Relato de un sobreviviente de combate en San José de las Mulas.
Batallón 30-62, ejemplo de valor y resistencia

Batallón 30-62, ejemplo de valor y resistencia

Oscar Robelo

Hace 41 años, el poblado de San José de las Mulas (Matiguás, Matagalpa) fue el escenario de una de las gestas heroicas de la defensa de la Revolución Popular Sandinista, cuando los muchachos del Batallón de Reserva 30-62 de la Juventud Sandinista 19 de Julio se enfrentaron en desigual combate a un numeroso contingente de la contrarrevolución fuertemente armado.

De los 53 jóvenes que luchaban por defender la patria, 23 fueron asesinados cobardemente por la contra. Camilo Rodríguez, sobreviviente de la masacre de San José de las Mulas, hurga en su memoria y relata esa fatídica experiencia que vivió y de la cual no sacó siquiera un rasguño, siendo el ametralladorista del batallón, lo que atribuye a que Dios estaba con ellos.

Recuerda, como si los hechos fueran recientes, cuando a las tres de la madrugada de ese fatídico 27 de febrero de 1983 inició el combate. El centinela David Espinoza, que acababa de recibir su turno, vio movimiento sospechoso a metros de distancia y gritó ¡quién vive! En ese momento, con excepción de los postas que estaban ubicados en 16 puntos que conformaban el anillo de seguridad, el resto del batallón dormía, entre ellos Camilo y su ayudante ametralladorista Mac Nery Pérez.

Batallón 30-62, ejemplo de valor y resistenciaA David le contestaron con ráfagas de metralla, despertando a toda la tropa de muchachos que se parapetaron para repeler el ataque. “La contra lo que quería era dar un golpe de mano, con el armamento y los hombres que andaban podían hacerlo en una hora, pero no fue así porque empezó a las tres de la madrugada y terminó a las 10 y media, después de ocho horas y media de combate, donde no pudieron pasar, aunque tuvimos 23 bajas”, dice.

Los atacantes, alrededor de 200, formaban parte de la primera fuerza de tarea de la contra bien armada que entró a la zona central de Nicaragua desde Honduras. Se supo después que andaban fuertemente armados con fusiles Fal, M-79, morteros, cohetes Law, granadas. En cambio, la mayoría de los reservistas apenas tenían fusiles VZ, M-52 de 10 tiros, un AKA portada por un permanente del Ejército, y la ametralladora M-60 que andaba Camilo con Mac Nery.

Incluso, al principio del combate, la ametralladora se dañó y el jefe de la compañía, Ricardo Avilés (El Chocoyo) les dijo que la compusieran. Bajo un gran árbol que les servía de trinchera, en medio del combate y en la oscuridad de la madrugada, aunque “era difícil pero no imposible, los dos la desarmamos y la volvimos armar”.

Cuando la ametralladora funcionó, los muchachos se alegraron porque solo se escuchaba sonar el armamento de la contra. “Esa es la de nosotros, es la de nosotros, gritaron”, cuenta Camilo. Un día antes habían celebrado el aniversario de la gesta de Los Sabogales, donde cayó el comandante Camilo Ortega, Apóstol de la Unidad.

Los primeros heridos

Camilo recuerda que uno de los primeros heridos fue Jimmy Vázquez, que gritó que le habían dado en la cara y otro de apellido Madrigal. “Su hermano llegó a auxiliarlo y después los dos hermanos murieron juntos en el pozo tirador”. Un francotirador hirió a El Chocoyo que estaba detrás de él; cuando llegó a sacarlo el sanitario, hoy doctor Manolo Guzmán, también resultó herido.

“Como estaban tirando morteros contra nosotros que estábamos a ras de tierra, cayó uno encima de El Chocoyo que lo aterró y en el mismo momento un charnel hirió en la cabeza a Mac Nery que estaba junto a mí y murió”, señala. Camilo sostiene que él se salvó de puro milagro, aun cuando disparaba una ametralladora M-60 que podía ser detectada y destruida. El hecho de que haya salido sin ningún rasguño, se lo debe a la mano de Dios.

Según él, los contras intentaron entrar al poblado en tres ocasiones, pero fueron repelidos con los VZ y la M-60. Eran ya después de las 10 de la mañana cuando el jefe de pelotón Francisco Pinell dio la orden de retirada, porque ya no tenían municiones y “la baqueta que andaba desenconchando los fusiles de pozo en pozo se quedó a medio camino, entonces ya no había nada más qué hacer”.

Camilo señala que el detalle estaba en la retirada. Lo hicieron por el lado de un cañalito, donde él se atrincheró con su ametralladora para retener a la contra en la persecución. Ahí se mantuvo disparando hasta que comenzaron a salir los sobrevivientes. “Sólo se me quedaban Juan Vega y Vladimir García en el sector, ya los otros habían muerto, me dicen Camilo no nos dejes morir, y como tenía elevada la adrenalina estuve allí con valentía y los cubrí hasta que salieron”, dice.

En la retirada él salió de último. En este punto, Camilo narra una experiencia traumática que vivió cuando estaba saliendo: en el transcurso del camino me encuentro en su pozo tirador a Roberto Talavera todavía vivo y un contra matándolo frente a mí, a menos de 20 metros, Al quedar los dos hubo un duelo, los dos nos disparamos, él con un Fal y yo con la M-60”.

Son impresiones que no se borran nunca, agrega. Como si viera una película, recuerda que cayó de espaldas y sobre él una lluvia de tiros. Cuando terminó el tiroteo, se levantó y corrió para donde estaban saliendo los muchachos. En ese momento la contra, ya adentro del poblado, estaba tirando granadas de humo para hacer una cortina. Entonces, con ametralladora en mano se lanzó por un barranco, cayó de pie y siguió corriendo.

El Papa se negó a orar por ellos

“A veces no me gusta contar esto porque van a decir qué tapudo es éste, pero no es tapudencia, salí sin un rasguño, luego me di cuenta que allí estaba la mano de Dios”, reitera. No pudo alcanzar a sus compañeros y caminó solo primero sobre una maleza y luego sobre el río Sabaleta que no era caudaloso. En el camino se encontró con tres compañeros más y llegaron a Cerro Colorado hasta las 5 o 6 de la tarde.

A pesar del dolor, al encontrarse con los sobrevivientes sintió una enorme alegría.

“Otros se quedaron allí como Álvaro Guadamuz, que usaba lentes fuertes, escondido en un cañalito del combate; Hilario Barrios y Rafael Padilla, hasta que la contra se movió y salieron de civil”, rememora. Al día siguiente llegaron a San José de las Mulas los refuerzos para sacar a los caídos. En esa ocasión sacaron a 17 muchachos y los trasladaron a Managua, donde estaba de visita el Papa Juan Pablo II y a quien las madres le pidieron una oración para sus hijos, pero se las negó. Después sacaron a los otros seis cadáveres.

Al resto de los miembros del Batallón 30-62 les cambiaron el armamento y continuaron movilizados, participando en otros combates, pues todavía no existían los BLI ni el Servicio Militar Patriótico. Las fuerzas que habían eran el Coro de Ángeles, las TPU, las LCBS (Luchas Contra Bandas Somocistas).

Camilo manifiesta que hasta que salieron del lugar se dieron cuenta de la cantidad de caídos, cuando hicieron el recuento de los cadáveres, entre ellos Enrique Calderón que estaba enfermo en su hamaca y logró bajarse a su trinchera. “Era uno de los mayores, tendría unos 26 años; Oswaldo tenía 24, otro mayor era Ricardo Avilés, no eran muchos mayores, porque nosotros estábamos entre los 15 a los 18, estábamos chavalos”.

A su juicio, la contra vio eso como una gran ventaja, pues sabían que eran chavalos sin experiencia; nunca se imaginaron el valor y la resistencia que iban a encontrar. Según las entrevistas que les dieron miembros del batallón y de la contra a Manuel Espinoza, publicadas en un libro años después, la contra no iba a atacarlos, sino que se enrumbaba para la V Región.

“Pero se dieron cuenta que estábamos allí, por eso el factor sorpresa, eran del comando Jorge Salazar. No pudieron hacer el golpe de mano que pretendían en una hora y en sus narraciones dicen que tuvieron más de 15 muertos y muchos heridos. Ellos pretendían degollarnos a todos en la madrugada, pero se encontraron con la resistencia del batallón”, subraya.

La actividad era social

Hace memoria y afirma que la actividad del batallón de la Juventud Sandinista era más bien social. Unos hacían visitas médicas, otros daban clases y alfabetizaban, otros más hicieron un parqueo para caballos, un parque para los niños y niñas, y un puesto de salud y otras actividades en coordinación con la ermita de una iglesia católica. “En el lugar se destacaba mucho Miguelito, que era de la Asociación de Niños Sandinistas y Geovanny Moreno, los dos recibían capacitación para hacer títeres”, indica.

Camilo era dirigente de base en el instituto Elvis Díaz, después fue jefe de batallón de producción y luego a nivel partidario lo trasladaron de la juventud a la fundación de la juventud en el Ejército, antes del Servicio Militar.

A Camilo se le consultó acerca de un libro que escribió un contra en el que dice que les capturaron 250 AKM y lanzagranadas RPG-7 y muchas ametralladoras pesadas y que tenían a 15 campesinos en unas letrinas que torturaban a diario y ellos los liberaron. Su respuesta fue que ante la derrota militar y política de no haber podido dar un golpe de mano, ellos necesitaban argumentos de ese tipo, la mentira.

“Te imaginás con ese arsenal de armas, los hubiéramos acabados aunque hubieran sido 500 que nos atacaran, además con esta chavalada había un compromiso moral, un corazón patriótico, una gran convicción porque de donde nosotros venimos, de la generación nuestra, nacimos desde antes de la Revolución en los movimientos estudiantiles; o sea, antes, durante y después de la Revolución. Conocimos a la guardia, vivimos la insurrección, algunos participamos, otros no; estuvimos involucrados desde tirar una bomba de contacto, entregar una volante”, recalca.

Para Camilo, después de 41 años de esta gesta heroica, el mayor legado de estos jóvenes es haber conquistado y heredado la paz para las nuevas generaciones, que hoy haya carreteras hasta San José de las Mulas, una universidad en el campo producto de la gestión del Comité de Madres de Héroes de San José de las Mulas, a cuya cabeza se encuentra Marvin Vallecillo, uno de los sobrevivientes.

“Otro legado es que se logró una reivindicación social para la Nación, dejamos y sentamos el precedente de que Nicaragua estaba llena de jóvenes valientes para defender la Revolución, las conquistas de la Revolución y hoy podemos ver latente los logros de la Revolución a pesar que pasamos 16 años de gobiernos neoliberales”, apunta.

Después del combate en San José de las Mulas Camilo siguió en la guerra, ingresó como oficial permanente del Ejército a fundar la juventud en el Ejército, entró como primer oficial de la juventud junto a dos compañeros, Luis Ráudez, de Managua, que trabajaba en la Tercera Región Militar; y Javier García que trabajaba en la II Región militar y él que trabajaba en la Comandancia General.

En 1990, tras la pérdida de las elecciones, fue retirado en el segundo plan de reducción del Ejército con el grado de teniente primero y se incorporó a la vida civil. Actualmente tiene muchos oficios: es maestro de obras, técnico en electricidad, en aire acondicionado, soldadura, artes gráficas, sistema de gas propano.

Los héroes de San José de las Mulas son: Ricardo Avilés, Alfonso Orozco, Dolores Madrigal, Guillermo Madrigal, Roberto Talavera Carballo, Giovanni Moreno, Jimmy Vásquez, Sergio Granera, Enrique Calderón, Esteban Guido, Julio Saballos, Carlos Lacayo, Saúl Oswaldo Manzanares, Esteban Mendoza, César Balladares, Miguel Castillo, Francisco Loáisiga, Mariano Espinoza, Julio Jiménez, Mac Nery Pérez, Henry Báez, Arnoldo Toruño y Noel Solís Ponce.

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