Marcelina del Socorro Castillo Venerio, “Mercy”.
Tenebroso amanecer en Chinandega

Marcelina del Socorro Castillo Venerio, “Mercy”
  • Esposo, hermanos y compañeros de lucha, torturados, asesinados y desaparecidos
  • Las tendencias sandinistas bajo un mismo alero en compartimentación
  • Cuando era conducida a la segura muerte, un guardia dijo que la maestra se quedaba

David Gutiérrez López

De pie, con las manos arriba, frente a una pared están cinco hombres y una mujer rodeados de soldados asesinos quienes descargan una lluvia de golpes, patadas y culatazos sobre los indefensos prisioneros, acompañados de gritos e insultos mientras hurgan y escarban en el patio dentro de la casa en busca de armas y municiones.

Era la madrugada del 13 de septiembre de 1978. Los seis prisioneros conformaban una célula unitaria de las tres tendencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), constituida por marido y mujer, sus dos hermanos y dos compañeros, quienes fueron los responsables de levantar las barricadas a solo dos cuadras y media del cuartel departamental de la Guardia Nacional (G.N) durante la insurrección en Chinandega, ciudad distante a 135 kilómetros al occidente de Managua.

Soldados de la dictadura de Somoza que sobrepasaban los cien, llegaron protegidos de una tanqueta y cuando decidieron llevarse a los detenidos después de haberles golpeado, antes de pasar por el umbral de la puerta, uno de los guardias dijo: “A ella no, es la maestra”.

Así lo recuerda Marcelina Castillo Venerio, con un inevitable torozón en su garganta, sin evitar todavía que las lágrimas afloren sobre su rostro al traer a su memoria el recuerdo de ese tenebroso y doloroso amanecer, cinco días después de haber iniciado la insurrección del 9 de septiembre de 1978, con la firme esperanza de que se tomarían el cuartel de la guardia somocista, sin antes contar con un plan B, de poder replegarse.

Ese día se salvó de la muerte, “porque algo me protegió…yo no estaba en la raya”, repite, en tanto, recuerda a su esposo Roger Madriz López, quien bajo susurros le dijo mientras estaban manos arriba: “Pase lo que pase, no retrocedás”.

Fueron sus últimas palabras, 46 años atrás, cuando lo vio caminar por última vez delante de la tanqueta en compañía de sus hermanos de sangre Antonio “Toño” y Juan Castillo Venerio junto a los compañeros Ofilio Durán y Roberto Alvarado, rumbo al cuartel para ser sometidos al tormento de las torturas y asesinato monstruoso.

Ofilio era hijo de doña Cándida, la costurera vecina, quien fue designada para elaborar más de 50 pañoletas rojo y negro que portarían los cinco grupos de combatientes del Frente Sandinista quienes se disgregaron por varios puntos, durante la insurrección de septiembre de 1978.

Esa noche debieron haber salido

Aprovechando el gigantesco entusiasmo y ascenso revolucionario, la insurrección inició en diversas ciudades del país a las 6 de la tarde del día 9 de septiembre, a escasas dos semanas de haberse realizado el espectacular asalto al Palacio Nacional, lo que constituyó el golpe más contundente contra Somoza, al convertirse en noticia de interés nacional e internacional, para lograr la liberación de importantes dirigentes y cuadros del FSLN.

La noche del 12 de septiembre de 1978, hasta la casa de los Madriz Castillo llegó el militante sandinista Blas Real Espinales a decirles que tenían que evacuar urgentemente la casa y replegarse, porque tenían información que la guardia de Somoza preparaba una “operación limpieza” que consistía en matar a mansalva al que encontraran después de romper las barricadas con pesados tractores. Pese a la urgente advertencia, como no tenían un plan de escape seguro, tomaron la decisión de esperar el amanecer mientras descansaban un poco para después emprender la caminata.

Les aconsejaron no llevar a los cuatro hijos, quienes quedaban con su abuelita Miriam. Pero esa funesta madrugada todos fueron sorprendidos por la presencia de los guardias que rápidamente ocuparon la casa y obligaron a sus ocupantes a permanecer de pie contra la pared y manos arriba.

En medio de la tribulación de los prisioneros, mientras los soldados revolvían la casa, un guardia salió de una habitación con una cámara fotográfica diciendo que era un arma. Marcelina rápidamente se la arrebató recordando que habían tomado varias fotografías de todos los muchachos participantes.

Con mucha agilidad y valentía rodeada de los fusiles que le apuntaban, abrió el aparato y veló el rollo, logrando salvar de esa manera a muchos compañeros que pudieron haber sido identificados por la Oficina de Seguridad Nacional (OSN). De un culatazo volvieron a colocar frente a la pared, a la intrépida maestra. Producto de esa valerosa acción, no existen fotografías de la insurrección de Chinandega.

Los cuerpos martirizados, castrados, desangrados e incinerados

El 17 de septiembre de 1978, cuatro días después de la captura, un amigo le comunicó a Marcelina que en un predio cercano a la antigua estación del ferrocarril se encontraban unos cuerpos y que uno de ellos parecía ser el de su hermano “Toño”.

Acudieron al sitio cercano al Aserrío, el cuerpo inerte estaba boca abajo, cuando le dieron vuelta no había sangre, ya estaba desangrado totalmente debido a que los bíceps de sus brazos fueron cortados con bayonetas (evidentes señales de crueles torturas) y tenía un pequeño agujero de bala en la espalda, que al salir por el pecho le brotó el corazón. También lo habían castrado.

Se ensañaron con “Toño”, porque quizás creyeron era el jefe de los insurrectos, lucía una espesa barba negra y desde que los capturaron les respondía a los soldados con fuertes epítetos, recibiendo a cambio golpes, patadas y culatazos con los fusiles Garand. “Él tenía un carácter fuerte” confirma Marcelina.

Del cuerpo de su esposo Roger Madriz López, un hombre de seis pies de estatura, de su otro hermano Juan y del resto de capturados, solo se conoció el rumor que habían aparecido a la orilla de una calle y debido al estado de descomposición a punto de explotar, por razones sanitarias, los bomberos les prendieron fuego. Una pala mecánica recogería los restos y los depositaría en una tumba todavía desconocida.

Roger Madriz López, esposo de Marcelina era el responsable de la Tendencia Insurreccional (TI) de introducir las armas desde Honduras a Nicaragua, para ello utilizaba un auto FIAT, con el que viajaba solitario hasta Choluteca, luego las dejaba en un punto de la frontera donde su compadre Germán Molina, para después introducirlas hasta una finca a lomo de mula y desde allí, distribuirlas a los diferentes frentes de guerra.

También contaba con un jeep viejito, el que, para no levantar sospechas, le servía de cobertura haciéndose pasar como finquero y de poseer algunas armas para realizar jornadas de cacería de venados y conejos, entre otros animales.

El jeep, que en cierta ocasión sería utilizado para la retirada, en un operativo de asalto al banco de Chichigalpa, por fallas mecánicas, terminó quemado antes del operativo, lo que no impidió que la acción fuese ejecutada por el responsable designado Carlos Manuel Jarquín López, “Chinto”, miembro del Estado Mayor del Frente Occidental Rigoberto López Pérez, caído el 16 de abril de 1979, en el Reparto Veracruz, León.

Evacuar la casa y a la clandestinidad

Por la tarde del día de las capturas, hasta el frente de su casa y hablando de puerta a puerta para no ser vistos por los guardias que resguardaban las esquinas, apareció su vecino Vicente Chávez (actual Contralor de la República) a indagar lo sucedido y a recomendarle evacuar esa misma noche la casa, porque con seguridad la guardia regresaría a matarla junto a sus hijos.

Saltó los muros de las casas vecinas junto a sus cuatro chavalos y su mamá, la abuela que se aferró a sus nietos para protegerlos entre sus brazos de la banda de asesinos somocistas cuando penetraron a su casa.

De esa manera, saltando muros, lograron llegar a una casa de la esquina, permaneciendo varios días refugiados. Esa misma noche de la evacuación, Marcelina, entre el dolor que la atormentaba, tomó la firme decisión de pasar a la clandestinidad. Días después se dirigió a León en busca de contacto con “Chinto”, quien le orientó continuar con el trabajo que realizaba su marido en el trasiego de armas de Honduras a Nicaragua.

Ella puso a disposición el viejo jeep quemado que se encontraba en un taller, el FIAT y además dos lanchas con motor fuera de borda que serían vitales para el trasiego de las armas. Se trasladó a Choluteca, Honduras, donde era la responsable de una casa de seguridad. A sus hijos los volvió a ver hasta diciembre de ese año 1978.

Las tres tendencias del FSLN bajo un mismo techo

Marcelina afirma que fue su vecino en Chinandega Vicente Chávez, de la tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP), el primero en hablarle del FSLN. Ella siendo ya maestra de primaria, graduada en la Normal de San Marcos, Carazo. Su primera plaza (empleo) fue en la Escuela de Varones Luis Alberto Cabrales, donde le asignaron el sexto grado. Sus alumnos, muchachos casi de su edad la enamoraban. El director, al observar el revoloteo de los enamoradizos, solicitó el traslado de la adolescente maestra a otra escuela de su natal Chinandega, en donde impartió clases en el tercer grado de primaria.

Chávez, su responsable, le orientó iniciar estudios universitarios. Fue así que en 1975 ingresó a la Escuela de Ciencias de la Educación en la UNAN- Managua, en la modalidad sabatina, con la recomendación que no se involucrara con el movimiento estudiantil universitario para mantener un perfil bajo y no “quemarse”.

A los 17 años de edad contrajo nupcias con el joven Roger Madriz López, con quien procreó cuatro hijos. Su esposo guardando todas las normas de la compartimentación, no le dijo que estaba organizado con la Tendencia Insurreccional o tercerista (TI) surgida a inicios de 1977. Sus hermanos Antonio “Toño” y Rafael, ambos estudiantes de Ingeniería Civil en la UNAN-Managua estaban organizados con la Tendencia Proletaria (TP).

Su compañero de vida era amigo de niñez de David Martínez Santamaría, quien tenía una finca y era un activo militante del FSLN. Cierto día, David llegó agitado donde Marcelina y su esposo a informales que la guardia somocista le cateaban su casa y el temor era que ese día tenían marcada una reunión” entre otros, con Emerson Velásquez y Dora María Téllez, por lo que urgía alertarlos.

Los clandestinos, entre sus medidas de seguridad, tenían como norma bajar del vehículo en que se transportaban una o dos cuadras antes del punto definido y caminaban a pie. Marcelina relata la forma que utilizaron para avisarles, cuando de inmediato enviaron a su hijo de nueve años en una bicicleta a encontrar a sus “tíos” entregándoles un papelito, en donde explicaban la situación para que se alejaran del sitio sin caer en la trampa. La sorpresa de Marcelina fue cuando Vicente Chávez le reclamó por la presencia en su casa de Chinandega de Emerson Velásquez, entonces dirigente tercerista.

David Martínez fue uno de los 25 guerrilleros que participó en la toma del Palacio Nacional, el 22 de agosto de 1978, caído en la comunidad San Benito, Chinandega, el primero de noviembre de ese mismo año.

Tiempo después llegó a vivir a su casa Carlos Manuel Jarquín, fundador del Frente Norte. También pernoctaron bajo ese techo los guerrilleros Hugo Torres Jiménez y Francisco Rivera Quintero, “el Zorro”, conocido en ese tiempo como “Rubén”, todos terceristas y los que contaban con mayores recursos en armas.

El operativo contra la diputada somocista y el balazo a “Chinto”

Meses antes de los preparativos de la insurrección de septiembre de 1978, se preparó un operativo en contra de la diputada y lideresa somocista Irma Guerrero, a cuya casa en Chinandega llegaba eventualmente el dictador Anastasio Somoza Debayle.

Una noche, mientras en la casa de Guerrero se celebraba una fiesta, un comando del FSLN formado de tres combatientes, en donde iba al frente Carlos Manuel Jarquín, “Chinto”, realizaron una acción en contra de la lideresa. En el momento de penetrar a la casa hubo un intercambio de disparos y resultó herido en el abdomen el jefe sandinista, obligándolos a emprender la retirada. Pasó un taxi y a punta de pistola lo detuvieron, buscando una casa de seguridad cerca de la desaparecida línea férrea, en la salida hacia Corinto.

Esa noche, “Chinto” permaneció prácticamente de pie apoyado en unas almohadas porque no podía sentarse ni acostarse por el intenso dolor que le atormentaba. Marcelina y Roger buscaron al médico “Chepe” Gutiérrez, entonces propietario de una emisora local y al revisar al herido recomendó llevarlo a un hospital, lo que resultaba imposible porque sería fácilmente capturado y asesinado.

Luego de unas leves curaciones aplicadas por el doctor Gutiérrez esperaron el amanecer para enrumbarse hacia León a la clínica del doctor Aragón Pastora, quien urdió un plan de disfrazar de mujer a “Chinto” para poderlo someter a la intervención quirúrgica y extraerle la bala, con resultados satisfactorios.

Orgullo ancestral

Fue su padre don Rafael Castillo, de oficio contador, quien le inculcó desde niña sentirse orgullosa de sus antepasados y de su descendencia antisomocista. También le recomendó no estudiar enfermería, porque terminaría en las piernas de los médicos, ni secretariado por que se sentaría en las piernas del gerente.

La motivó a ser maestra y para ello la envió a la Normal de San Marcos, Carazo, como alumna externa. Por sus excelentes calificaciones la entonces directora Teresa Salcedo, le otorgó media beca que consistía en brindarle el almuerzo. Afirma haber sido brillante en matemáticas y por esa excelencia académica en el cuarto año le concedieron la beca completa por haber sido la mejor alumna.

A los 14 años de edad la enviaron al anexo del Colegio Pedagógico de Diriamba para realizar sus prácticas docentes, lugar donde conoció al profesor Javier Mendieta Berrios, quien formaba parte de la Juventud Socialista junto a Silvio Mora y Nathán Sevilla.

Mendieta la introdujo en la lectura y conocimiento del marxismo. Le orientaron organizar una célula entre sus compañeras normalistas, con la recomendación de ser muy cautelosa.

Entre las vueltas de la vida, Marcelina quizás nunca pudo imaginar que el profesor Mendieta a quien ella conoció siendo una niña de 14 años, practicante de maestra y quien la inició en el estudio de la teoría científica, se convertiría en su esposo 56 años después de su primer matrimonio.

Impidió que la banda de guerra rindiera homenaje a Schick

El 3 de agosto de 1966, falleció el presidente de la República doctor René Schick Gutiérrez, del Partido Liberal Nacionalista (PLN), en medio de serios rumores de que Somoza encargó matarlo siendo envenenado. El fallecido presidente cumplió al frente del gobierno tres años, tres meses y tres días y murió en el tercer día de agosto.

La Normal de señoritas anunció que al día siguiente asistirían al funeral con la banda de guerra, varias alumnas y la gimnasia rítmica. Marcelina se encargó de convencerlas para que no asistieran como un acto de repudio a la dictadura somocista.

La directora Salcedo, -originaria de Ocotal- reprendió enérgicamente a las estudiantes que se habían declarado enfermas para no asistir a las honras fúnebres del presidente Schick Gutiérrez, quien se había ganado las simpatías de una mayoría del pueblo por su actitud populista de saludar a la gente en cualquier esquina y repartir billetes de hasta diez córdobas a quienes se agrupaban, en medio de los empujones de los agentes de seguridad.

La rebeldía del abuelo coronel de Zelaya

Rafael Castillo Delgado, abuelo de Marcelina, fue segundo jefe del Fortín de Acosasco, en León, con el grado de coronel en tiempos del presidente liberal José Santos Zelaya, quien gobernó Nicaragua desde 1893 hasta 1909 (obligado a renunciar el 17 de diciembre de 1909 ante las presiones de Estados Unidos de Norteamérica a través de la nefasta nota Knox, que acusaba a Zelaya de perturbador internacional).

Relata Marcelina que muchos años después, su abuelo se sublevó con 100 hombres luego del asesinato del general Augusto C. Sandino, el 21 de febrero de 1934. Anastasio Somoza García le aplicó casa por cárcel y lo invitó a unirse a la Guardia Nacional, ofreciéndole grado militar, tierras y becas de estudio para sus hijos, oferta que rechazó tajantemente, iniciando así la línea de sucesión antisomocista, que ella heredó de su papá.

El personaje

Marcelina del Socorro Castillo Venerio, nació en Chinandega, el 28 de abril de 1951 (72 años). Es hija de Rafael Humberto Castillo Mojica, de profesión contador y Miriam Venerio, vendedora de carne en Chinandega. Su padre le aseguraba que una de sus ancestros, bisabuela, había sido una princesa indígena. Se graduó de maestra en la Normal de San Marcos, Carazo en 1967, a los 15 años de edad.

En junio de 1979, un mes antes del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, la casa de seguridad en Honduras fue allanada por el DIN, la policía política de esos años. Ella se salvó porque había salido a comprar hielo y nunca más retornó, perdiendo todo lo material. A sus hijos los fue a sacar a la escuela y buscaron otro refugio.

Después del triunfo sandinista laboró en el Ministerio de Educación, en la Dirección de Becas. Fue técnica nacional en la alfabetización. Responsable en León y Chinandega, donde la evaluaron como la mejor técnica de occidente del país. Coordinó la alfabetización en tres lenguas.

Se desempeñó como secretaria de organización y miembro del Comité Zonal en 1981 en Río Coco. Asumió la secretaría política del FSLN en Bilwi hasta 1986. En 1986 estudio Ciencias Políticas en Alemania. Posee una maestría en sociología y economía.

En 1989 trabajó en la Secretaría de la Dirección Nacional del FSLN junto al compañero René Núñez, atendiendo a los sectores religiosos del país. Miembro del Departamental del FSLN en Managua.

Trabajó en la UCA de donde fue despedida por los jesuitas en 2008 luego de “destapar” un plan desestabilizador en contra del gobierno sandinista. Trabajó junto al fallecido Paul Oquist Kelly, asesor para Políticas Nacionales de la Presidencia de la República. Posee un doctorado en Ciencias Sociales, orientado en Gestión del Desarrollo.

Fue  directora de la Casa de la Soberanía y del Centro de Estudios Miguel D. Escoto Brockmann. Actualmente  dirige el programa de Formación de Educación Continua, diplomados a través de la Universidad Abierta en Línea de Nicaragua (UALN).

6 Comments

  1. Mi respeto, reconocimiento y admiración compañera Dra. Marcelina Castillo. Toda una vida de lucha política y superación académica. Larga vida. Un abrazo desde Berlín.

  2. Saludos desde la Isla de la Juventud, Cuba.
    Róger Javier y Harold Josué, hijos de la señora, estudiaron conmigo en el politécnico de la construcción.
    Muy modestos ellos, solo hasta ahora conozco de esta historia.

  3. Saludes Hermana y Compañera sos un Ejemplo de Heroísmo y Valor de Nuestra Mujer Nicaragüense, Abrazos la Patria y la Revolución por Siempre. Viva el FSLN. Viva Viva Viva Vivan Nuestros Heroes y Martires. Vivan, Vivan Vivan. por esos Muertos Nuestros Muertos Juramos Defender la Revolución Popular Sandinista. Viva el Cmdte Daniel y la Compañera Rosario, Vivan Vivan Vivan.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *