Revolución y Democracia: el legado perdurable del FSLN

Revolución y Democracia: el legado perdurable del FSLN
  • Con procesos electorales de 1984 y 2006 que este noviembre cumplen 39 y 17 aniversario, respectivamente

Edgar Palazio Galo (*)

En el transcurso de los procesos revolucionarios resulta un hecho sin precedentes que una vanguardia revolucionaria, tras conquistar el poder mediante la lucha armada, convoque a un proceso electoral bajo los principios de la democracia liberal y logre obtener una victoria indiscutible en medio de una coyuntura de guerra de agresión. Este evento extraordinario se comprende a partir de la histórica vinculación del Frente Sandinista de Liberación Nacional con el pueblo y la confianza forjada.

El proceso electoral de 1984 fue el primero con participación popular de todos los nicaragüenses, considerando que, durante el régimen somocista, la ley electoral promulgada el 4 de noviembre de 1974 limitaba este derecho ciudadano únicamente a “mayores de veintiún años, mayores de dieciocho que supieran leer y escribir o fueran casados, y los menores de dieciocho que fueran bachilleres”. Estas disposiciones resultaban ofensivas para la dignidad y reflejaban un sistema político de explotación y exclusión social en un país que, al momento del triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979, presentaba un 52% de analfabetismo.

El Decreto Ley No. 1400, aprobado el 21 de febrero de 1984, conmemorando el 50 aniversario del paso a la inmortalidad del General Augusto C. Sandino, convocó a los nicaragüenses para que el 4 de noviembre de 1984 acudieran a las urnas electorales para elegir presidente y vicepresidente, así como diputados a la Asamblea Nacional (1).

El 26 de marzo de 1984 se promulgó la Ley Electoral No. 1413 en el marco jurídico del nuevo Estado revolucionario. Esta ley tenía como objetivo garantizar, por primera vez, el derecho de los nicaragüenses a elegir libremente a sus gobernantes e institucionalizar el derecho del pueblo a seleccionar a sus máximas autoridades de manera libre y soberana mediante el sufragio universal, igual y secreto. También aseguraba el derecho de ser elegido para los cargos públicos. A través de esta ley, se estableció el Consejo Supremo Electoral como máximo organismo rector en materia de elecciones (2).

Es relevante destacar que el gobierno revolucionario había aprobado el 10 de septiembre de 1980 el Decreto Ley No. 513, que determinaba el cronograma del proceso electoral. Este decreto establecía que el proceso electoral, mediante el cual los nicaragüenses determinarían el Gobierno que seguiría construyendo la nueva Nicaragua, debía comenzar en enero de 1984, y las elecciones que marcarían el fin de dicho proceso se llevarían a cabo en 1985. Sin embargo, al demostrar una voluntad política hacia la reconciliación nacional, las elecciones se adelantaron un año antes de lo previsto.

Coyuntura electoral en 1984

Tras el triunfo de la Revolución, uno de los principales ejes de ataque por parte del imperio estadounidense fue la insistencia en la realización de elecciones en Nicaragua, presentándolo -“según ellos”- como parte integral de un proceso democrático y transparente. Sin embargo, al convocarse efectivamente las elecciones en febrero de 1984, se reveló una contradicción en sus acciones. En lugar de respaldar el proceso electoral que demandaban, optaron por el terrorismo que les caracteriza, minando el desarrollo de las elecciones y apartándose así de la esencia misma de la fanfarroneada democracia que proclaman defender.

Fue evidente que la demanda inicial de elecciones era una estrategia para socavar a la revolución y nunca un propósito de respetar el proceso electoral que previamente habían solicitado, dejando al descubierto la descomposición ética y moral de la política exterior de Estados Unidos y el cinismo de la aplicación selectiva de los principios democráticos según sus intereses geopolíticos.

Con el propósito de sabotear la legitimidad y la integridad del proceso electoral y crear una situación de desestabilización que imposibilitara realizar las elecciones de 1984, organizaron específicamente un plan terrorista destinado a sabotear las elecciones, denominado Luna Negra.

Las acciones estadounidenses se incrementaron mediante el apoyo financiero y militar a grupos armados contrarrevolucionarios, vuelos de espionaje y amedrantamiento con el avión SR-71, el “Pájaro Negro”, que al sobrevolar Managua rompía la barrera del sonido para producir fuertes explosiones, el minado de los puertos, realizan maniobras navales y terrestres, ataques armados no solo a objetivos militares, sino económicos y civiles.

El gobierno revolucionario mantuvo la iniciativa de defensa en todos los escenarios y acudió a la Corte Internacional de Justicia, instancia que el 10 de mayo dictaminó un primer fallo señalando a los Estados Unidos cesar y abstenerse de cualquier acción que tenga por efecto restringir, bloquear o poner en peligro la entrada o la salida de puertos nicaragüenses, declarando el derecho a la soberanía y a la independencia política que posee Nicaragua, como cualquier otro Estado de la región y del mundo.

El 2 de octubre de 1984, en ocasión del 39 período ordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, el comandante Daniel Ortega señaló: “en medio de este horror hacemos esfuerzos verdaderamente excepcionales para institucionalizar a través de un proceso electoral, esa nuestra revolución democrática, nacionalista, no alineada, pluralista y defensora de un régimen de economía mixta” (4).

Victoria forjada entre los votos y la defensa armada

El triunfo del sandinismo en 1984, encabezado por el comandante Ortega, es el resultado de las transformaciones sociales desarrolladas por la revolución: educación gratuita, servicio de salud para todos, alfabetización, reforma agraria, la lucha contra la pobreza y la promoción de la equidad.

Fue un proceso electoral que se desarrolló en las urnas mediante los votos y en la defensa armada de la revolución frente a la agresión contrarrevolucionaria financiada por el imperio estadounidense. La participación ciudadana en las elecciones de 1984 fue significativa, reflejó el compromiso del pueblo con el proceso democrático y el apoyo popular al sandinismo. El pueblo acompañó a su vanguardia, tal como había ocurrido en el proceso insurreccional. Más de un millón de nicaragüenses salieron a votar en las primeras elecciones libres realizadas desde que Nicaragua es república.

Participaron siete partidos políticos y el FSLN ganó con el 67% de los votos, otorgando legitimidad al gobierno revolucionario. La victoria electoral del FSLN fue un acontecimiento crucial que se desarrolló en un escenario marcado por la movilización del pueblo a través del voto y la defensa de la revolución mediante la defensa armada. Las maniobras imperiales fracasaron y el proceso electoral fue exitoso. De las 3,892 Juntas Receptoras de Votos, únicamente 16 ubicadas en regiones fronterizas y en el Atlántico Central no pudieron abrir o funcionar normalmente debido al hostigamiento de los grupos contrarrevolucionarios y de 1,551,597 ciudadanos inscritos, votaron 1,170,142 (75.41%).

La victoria del sandinismo en 1984 simbolizó la convergencia de la voluntad popular contra las amenazas externas. La elección fue el reflejó de la voluntad popular de mantener la soberanía nacional y defender las conquistas de la Revolución, reafirmando la confianza del pueblo en el sandinismo como la única vía para construir una sociedad más justa e igualitaria.

Victoria electoral en 2006, segunda fase de la revolución

El 5 de noviembre del 2006, Nicaragua experimentó un momento trascendental en su historia política con la victoria electoral y retorno al poder por el FSLN, liderado por el comandante Ortega. Este acontecimiento representó un cambio de paradigma y marcó el fin de atraso y olvido sufrido por el pueblo durante 16 años de sucesivos gobiernos neoliberales totalmente obedientes a los dictados del FMI.

La población, afectada por años de inestabilidad política y desafíos económicos, vio en este retorno una oportunidad para retomar las políticas progresistas que caracterizaron la revolución. Uno de los aspectos más notables del regreso al poder del FSLN en 2006 fue la contribución a la estabilidad política y social de Nicaragua, marcando un cambio hacia un ambiente político más consolidado. El liderazgo del comandante Ortega para fomentar la cohesión interna y trabajar hacia la reconciliación nacional, creando un entorno propicio para el diálogo y la colaboración entre diferentes sectores aglutinados en la Alianza FSLN-Alianza Nicaragua Triunfa.

El regreso al poder del FSLN fue el resultado de una estrategia política cuidadosamente planificada que involucró la adaptación del partido a las circunstancias cambiantes. La moderación, la consolidación interna y las alianzas estratégicas jugaron un papel crucial en este proceso.

La estrategia del FSLN 2002–2006, fue sintetizada por el comandante Ortega en el discurso de Clausura del III Congreso “Augusto C. Sandino”, realizado el 16 y 17 de marzo del 2002: “Nos sentimos contentos y satisfechos con los resultados de este Congreso. Sabemos que hay que trabajar duro, habrá que trabajar con mucho espíritu de sacrificio, con mucha abnegación para hacer del Frente Sandinista un partido moderno popular. Moderno en cuanto a que podamos incorporarle el conocimiento, la ciencia y los medios que nos permitan comunicarnos y relacionarnos de una forma más fluida, más eficiente. Popular para que esa capacidad, ese desarrollo que alcancemos modernizando al Frente Sandinista, se pueda traducir en el compartimiento del FSLN a las luchas populares de nuestro pueblo”(5).

Logros significativos con el retorno del FSLN al poder

El retorno triunfal del Frente Sandinista al poder, liderado por el comandante Daniel Ortega, no solo significó un cambio en la dirección política del país, sino que también estuvo acompañado por una serie de logros sociales que impactaron positivamente en diversos aspectos de la vida nicaragüense. Un logro estratégico fue el enfoque de desarrollo socioeconómico y reducción de la pobreza. Se implementó políticas orientadas a mejorar las condiciones de vida de la población, con énfasis en la educación, la salud y la infraestructura.

Uno de los logros más destacados del gobierno sandinista fue la implementación de políticas enfocadas en la reducción de la pobreza y la desigualdad. A través de programas sociales y económicos, se buscó mejorar las condiciones de vida de los sectores más vulnerables de la sociedad. El énfasis en la equidad social se tradujo en avances significativos en la disminución de la brecha entre ricos y pobres.

Programas como Hambre Cero y Usura Cero fueron diseñados para abordar las necesidades inmediatas de las comunidades más vulnerables, contribuyendo así a la disminución de la pobreza y la mejora de los indicadores sociales. El programa de Hambre Cero, compuesto por un Bono Productivo junto con dos subprogramas, uno destinado a la erradicación de la desnutrición crónica infantil y otro de merienda escolar. Por otro lado, Usura Cero un programa de préstamo “blando” destinado a zonas urbanas, especialmente a pequeños comerciantes.

Entre las primeras medidas tomadas fue decretar la gratuidad total de la educación primaria y secundaria El gobierno sandinista priorizó la educación como un pilar fundamental para el desarrollo sostenible. Se implementaron programas que garantizaron un acceso más amplio y equitativo a la educación, desde la enseñanza primaria hasta la universidad. La expansión de becas y la construcción de nuevas infraestructuras educativas contribuyeron a fortalecer el sistema educativo del país.

Por ejemplo, el Decreto Ejecutivo N° 116-2007, del 11 de enero del año 2007, declaró la gratuidad de la educación dejando sin ningún efecto legal el modelo de autonomía escolar, reafirmando la prohibición de cobros obligatorios a las familias que durante 16 años habían sido víctimas de las políticas neoliberales.

El sector de la salud también experimentó avances significativos. Se llevaron a cabo inversiones para fortalecer y ampliar la infraestructura de atención médica, aumentando la accesibilidad de los servicios de salud para comunidades previamente marginadas. Además, se implementaron programas preventivos y de atención primaria para mejorar la salud pública a nivel nacional.

La promoción de la agricultura familiar fue otra prioridad del gobierno sandinista. Se implementaron políticas y programas para apoyar a los pequeños agricultores, fortaleciendo la seguridad alimentaria y contribuyendo al desarrollo sostenible en las zonas rurales. Esto no solo benefició a los agricultores, sino que también tuvo un impacto positivo en las comunidades locales.

El gobierno sandinista también hizo esfuerzos notables para promover el empoderamiento de las mujeres. Se implementaron políticas que buscaban garantizar la igualdad de género en diversos ámbitos, desde la participación política hasta el acceso a oportunidades educativas y económicas.

Además de los aspectos internos, el retorno del FSLN al poder en 2006 también tuvo repercusiones positivas en la política exterior y la cooperación regional. Nicaragua fortaleció sus lazos con otros países de América Latina, participando activamente en iniciativas de integración regional. La diplomacia sandinista buscó el diálogo y la colaboración en temas como el comercio, la seguridad y el desarrollo sostenible, contribuyendo así a la construcción de relaciones multilaterales más sólidas en el ámbito internacional.

Conclusión

En la historia de Nicaragua, el FSLN emerge como una fuerza central que no solo lideró una revolución triunfante, sino que también ha dejado un legado duradero en la evolución democrática del país. La celebración de elecciones en 1984 marcó un hito significativo hacia la institucionalización del proceso revolucionario y la consolidación de la democracia participativa.

Tras perder el gobierno en las elecciones de 1990, el FSLN desempeñó un papel crucial defendiendo los logros sociales de la revolución desde la oposición durante 16 años. Este periodo permitió al partido reflexionar sobre sus prácticas y estrategias, extrayendo lecciones cruciales que influyeron en su evolución.

El 2006 fue testigo del retorno triunfal del FSLN al gobierno de Nicaragua, liderado por el comandante Daniel Ortega. Este retorno marcó una fase de continuidad de la revolución, caracterizada por la formulación de respuestas a los desafíos económicos y sociales, combinadas con ajustes pragmáticos que han conducido avances notables en términos de estabilidad política, desarrollo socioeconómico, participación ciudadana y cooperación regional.

En esencia, el retorno del FSLN en el poder representó un cambio sustancial en el modelo político nicaragüense. Se dejó atrás la sombra de las políticas neoliberales, dando paso a un camino iluminado por logros sociales significativos destinados a combatir la pobreza y restituir los derechos sociales del pueblo nicaragüense. Este camino se caracteriza por un enfoque renovado en la construcción de una sociedad más equitativa y justa, en contraposición a las políticas neoliberales que habían dejado una huella de desigualdad y exclusión en la nación.

(*) Profesor Titular UNAN Managua Investigador y Extensionista.

Referencias

1 . http://legislacion.asamblea.gob.ni/normaweb.nsf/ b92aaea87dac762406257265005d21f7/ac5b730e34f85c1b062570a10057c284?OpenDocument

2 . http://legislacion.asamblea.gob.ni/normaweb.nsf/d0c69e2c- 91d9955906256a400077164a/6d1110fe212b- 035d062570a10057c380?OpenDocument

3 comandante Daniel Ortega, Combatiendo por la Paz. Discurso en el XXXIX período ordinario de sesiones de la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas, 2 de octubre de 1984.

4 comandante Daniel Ortega, discurso de Clausura del III Congreso “Augusto C. Sandino”, Sesión “Luisa Amanda Espinoza”, 16 y 17 de marzo del 2002. http://americo.usal. es/oir/opal/Documentos/Nicaragua/FSLN/ ESTRATEGIA%20DEL%20FSLN%202002- 2006.pdf.

 

 

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