William Napoleón Molina Dávila “EL NENE”
EL HOMBRE QUE DISPARÓ COHETAZOS AL BUNKER DE SOMOZA

William Napoleón Molina Dávila “EL NENE” EL HOMBRE QUE DISPARÓ COHETAZOS AL BUNKER DE SOMOZA
  • En el FSLN encontró a la organización capaz de combatir y vencer a la dictadura.
  • Desde el Hotel Intercontinental activó artesanalmente los cohetes.
  • Herido de balas después del ataque a El Jícaro.
  • Un guardia le salvó la vida y él pagó con la misma moneda.

David Gutiérrez López

Desde su infancia fue acumulando rencor en contra de la Guardia Nacional (G.N), cuando, impotente, con sus propios ojos observaba las palizas que le propinaban a su padre, un opositor, miembro del Partido Conservador (PC), los soldados de la dictadura de Anastasio Somoza, en las calles de su natal Diriamba, cuna del Guegüense.

“Cuando sea grande yo me las voy a cobrar”, se decía así mismo el cipote, quien años después encontró en el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, a la organización político-militar capaz de enfrentar, resistir y vencer a la dictadura somocista, recuerda William Molina Dávila, mejor conocido como “el Nene”, apodo que carga desde que jugaba fútbol y entrenaba con el instructor argentino Omar Muraco, del equipo del Santa Cecilia, propiedad de la familia Rodríguez Blend.

El instructor le nombraba nene, un modismo argentino que utilizan para llamar a los niños.

En los años 50, 60 y 70, cuando el departamento de Carazo se encontraba formado por grandes extensiones cafetaleras, “el Nene”, ya era un fanático del fútbol y admirador del equipo Diriangén, jugaba en el Cañita, Cinta Azul. A su hermano Reynaldo Antonio Molina Dávila, le apodaron “Muraco”, apellido del futbolista y entrenador argentino. Juntos formaron un dueto en las conspiraciones y dirigieron la insurrección de septiembre de 1978.

Reynaldo, “Muraco” cayó en combate durante la insurrección de la capital, dirigida por el Frente Interno el 16 de junio de 1979, cerca de las cinco de la tarde, en la zona de Rubenia, Managua, próximo al puente a desnivel. La guardia como era su costumbre, les prendió fuego a él y otros cadáveres, pero cayó un aguacero y los apagó, eso permitió reconocer los restos que se habían quemado parcialmente.

William, de 75 años de edad, con graves afectaciones físicas en su cuerpo producto de balazos recibidos durante la guerra de liberación y actualmente con serias dificultades económicas, posee una extraordinaria memoria, capaz de recordar la cantidad de fusiles, proyectiles, nombres y sucesos ocurridos desde su primera misión, cuando a inicios de febrero de 1978 introdujo un lote de armas y cinco cohetes a lomo de seis mulas, desde Costa Rica a Nicaragua, a través de Cárdenas, Rivas.

A finales de 1977, recuerda que, junto a Jacinto Blanco, Susy González, Fernando Ramón Chamorro (hijo de Fernando “el negro” Chamorro”,) Roberto Samcam (traidor) y William Baltodano, afrontando dificultades lograron transportar una cantidad de armas entre las que se encontraban 33 fusiles Garand, dos carabinas una M1 y una M2, dos AR-15, dos AR-18, seis cohetes de bazuca, una ametralladora calibre 50, 40 mil cartuchos para Garand y otra cantidad de municiones y armas de otros calibres.

Nada fácil fue llegar hasta el punto denominado La Chanchita, parte de una extensión de la hacienda ganadera La Flor, donde los esperaba un camión del diriambino Julio Rocha, que aguardaba desde dos meses antes la llegada de las armas, las que introdujeron en caletas y fueron camufladas con una carga de plátanos. En el trayecto, bajo fuertes aguaceros, con hambre y frío, picados de mosquitos, por el desconocimiento de la zona, se extraviaron varias veces hasta llegar al lugar fijado.

La guardia les ayudó a pasar en Sapoá

Días antes, escuadras del FSLN habían volado con explosivos el puente Sapoá. Por esas cosas del destino, el camión donde transportaban las armas se apagó al momento de intentar pasar por un desvío. La carretera se comenzó a llenar en una larga fila vehicular, los desesperados conductores maldecían y lanzaban improperios a los presuntos comerciantes de plátanos.

De pronto apareció una patrulla en una “chata” (jeep grande) de la guardia al mando de un capitán que a gritos e insultos regañó a los muchachos, pero al mismo tiempo ordenó que de inmediato le pasaran corriente a la batería del camión que se había quedado sin carga. Así lograron reactivar el vehículo y proseguir su camino hacia Diriamba, lugar donde ocultaron las armas en la hacienda El Paraíso, de la familia Rappaccioli.

A inicios de febrero de 1978, al “Nene” junto a Brenda Castillo, “Tamara”, les orientaron trasladar parte de esas armas, en una camioneta a la casa de seguridad en Venecia, laguna de Masaya. En la entrega de las armas, ocurrió un incidente que estuvo cerca de convertirse en tragedia y poner en riesgo el operativo.

William Guevara, “Monimbó”, les reclamó una mayor cantidad de armas para su gente en Masaya. La discusión entre ambos se encendió tanto que sacaron sus pistolas apuntándose a la cara. En ese momento, intervino Brenda Castillo, “Tamara”, llamándolos a la cordura, logrando apaciguar el peligroso incidente. Joaquín Cuadra, se llevó tres de los cinco cohetes dejándole dos al “Nene”.

Esas armas se utilizaron en la insurrección espontánea que se levantó en Monimbó el 19 de febrero de 1978 y que finalizó el 26 de ese mes en una masacre, cuando la dictadura militar de Somoza, desplegó una llamada “operación limpieza” la cual consistía en asesinar al que encontraran en las calles o dentro de las casas.

Los cohetazos al bunker de Somoza desde la pirámide

El 20 de febrero de 1978, exactamente un año antes de la celebración en la Plaza de la Revolución del triunfo sandinista, quienes por la lucha armada derrocaron a la dictadura somocista, un cohetazo de 88.5 mm, de los utilizados en las bazucas de la Segunda Guerra Mundial, fue disparado desde la habitación 716 del Hotel Intercontinental hacia el bunker del dictador Anastasio Somoza Debayle, ubicado frente a la majestuosa pirámide.

Para activar los cohetes disparados desde una ventana, “el Nene” relata que utilizó una manila, una candela y una ratonera. Esta técnica artesanal utilizada por William, la aprendió en una escuela de entrenamiento militar en Cuba.

La misma operación había sido ensayada por “el Nene” muchas veces estando en un cuarto cerrado en una casa de seguridad ubicada en Nindirí, pero nunca tomó en cuenta el factor de la dirección del viento, motivo por el cual sólo un cohete se logró accionar y disparar de forma artesanal desde la ventana del séptimo piso del hotel.

El otro cohete pegó a la orilla de la ventana y provocó que las cortinas tomaran fuego, el que se extendió rápidamente por la habitación provocando un incendio. Estaba calculado que después de cinco minutos del estallido William y Fernando “el Negro” Chamorro, salieran de la habitación y alcanzaran la calle, pero la activación del cohete se adelantó a 2 minutos y medio.

Tras el disparo y el estallido en el patio del bunker, la guardia se desplegó por las calles aledañas. A los huéspedes y empleados los hicieron reunirse en la planta baja del hotel y allí mismo, comenzaron los interrogatorios.

A Fernando, el “Negro” Chamorro, quien participó como responsable de conseguir la habitación, para despistar pidió un trago en el bar, pero lo reconoció y capturó el coronel Iván Alegrett. La guardia controlaba entradas y salidas y armó una balacera desordenada.

El “Nene” también fue capturado en el hotel y recuerda a su interrogador, teniente Nicolás Silva Munguía, de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), quién al inicio se mostró muy respetuoso y luego tosco, agresivo e insultante.

Durante el interrogatorio El “Nene” dijo que venía de buscar trabajo en su oficio de contador, en la Protectora, una compañía aseguradora, cuando al pasar por el lugar escuchó la detonación y de pronto los guardias lo obligaron a entrar al hotel. El interrogador no creyó la versión y lo mandó preso a la Central de Policía, sitio donde fue sometido a torturas, pero no pudieron sacarle ninguna información. Una vez agotados sus métodos de crueldad lo dejaron en libertad.

A dirigir la insurrección en Diriamba

Después del asalto al Palacio Nacional, el FSLN orientó a el “Nene” iniciar la ofensiva insurreccional en Diriamba. La gente se lanzó a las calles de manera espontánea el 9 de septiembre de 1978, como ocurrió en otras partes del país, incluyendo Managua, con ataques a cuarteles de la Guardia Nacional (G.N). Ese mismo día llegó una contraorden, de parar la insurrección porque su gente participaría en número de cien combatientes en un “operativo especial”.

La población seguía en las calles, para no defraudarlos, realizaron un hostigamiento al cuartel con pocas armas de guerra y algunos fusiles de cacería, escopetas, pistolas y en su mayoría bombas de contacto. William precisa que tenían cuatro mil bombas de contacto listas para esa acción.

El “operativo especial” consistió en movilizar a los cien hombres al empalme de la Boquita-Casares, donde estaba previsto aterrizaran unas avionetas con armas y municiones. Para ello, llevaron motosierras con el objetivo de cortar postes del tendido eléctrico, previendo que las alas de los aeroplanos no pegaran en los postes de madera. La zona quedó sin energía y los combatientes se escondieron en el monte esperando que bajaran las aeronaves.

Cuando el cansancio, la sed y el hambre comenzaron a surtir efectos en los combatientes, llegó un correo con un mensaje de Vicente Rappaccioli, en el que anunciaba que inexplicablemente la operación había sido suspendida. Eso obligó a desmovilizar a los combatientes en pequeños grupos para retornar a la ciudad.

Mientras, la guardia había desplegado a sus tropas para rastrear y reprimir a los combatientes y población que participó en el ataque insurreccional. Esa situación obligó a William Molina y sus compas a esconder las armas en un lugar cercano a la sede actual de Los Pipitos. Los guardias encontraron el armamento, menos dos granadas que quedaron perdidas, las que lamentablemente unos nueve meses después fueron encontradas por dos niños, quienes inocentemente las activaron provocándoles la muerte.

Ese mes de septiembre de 1978 el “Nene” y sus más cercanos colaboradores escaparon hacia Managua, donde anduvieron escondiéndose y durmiendo en distintos lugares, sin tener contacto con la estructura de mando, la que también se encontraba huyendo.

Heberto, el guardia que los salvó de la muerte

Días después encontraron alojamiento en una cuartería del barrio Monseñor Lezcano. Una madrugada, mientras dormía, sintió la punta de un helado cañón de fusil que le movía parte de su cuerpo. ¡Levántate hijo de…! gritó un soldado. Asustado se incorporó, observó a un cabo en la puerta y pensó en tomar un revólver 38 que escondía bajó una almohada. ¡Levantá la almohada! ordenó el guardia, momento que se convirtió altamente tenso.

Desde una esquina del cuarto salía “la china” de seudónimo “Fátima” y ágilmente con una mano levantó la almohada y con la otra tomó el arma y la introdujo entre sus ropas y cuerpo. Los guardias los sacaron a la calle y observaron que se trataba de una redada que abarcaba toda la manzana. No había escapatoria. Estaban a escasos segundos que los subieran a los vehículos, cuando un soldado le dijo a William: “Hey vos, te llaman”. Volteó la mirada y observó a su hermano Reynaldo y otros compañeros hablando casi en susurros con otro militar.

“Es Heberto Sosa”, le dijeron. El guardia amigo de infancia y de juegos de fútbol quién les preguntó por las armas de la insurrección. No había forma de mentirle porque les aseguró que él los había visto en Diriamba y les prometió que los liberaría de esa embarazosa situación. Momentos después, se dirigió al cabo jefe de patrulla diciéndole que no había problemas con ellos que eran trabajadores y los conocía. Así se salvaron de la cárcel y posiblemente de la muerte.

Asilado en embajada de Venezuela

Al incrementarse la represión somocista, William no tuvo otra alternativa que buscar asilo en la embajada de Venezuela, donde se refugiaban 250 personas, algunos con niños, quienes se disputaban un pedacito de espacio para dormir. Recuerda que fue el 24 de ese mismo mes que salió rumbo a la patria de Bolívar.

Estando en ese país, formó parte de una improvisada comisión que un día llegó hasta la entrada de la casa presidencial, solicitando a los custodios hablar con el entonces presidente Carlos Andrés Pérez. Momentos después el propio mandatario los recibió, solicitándole ayuda para viajar a Panamá y luego partir hacia Cuba.

Un día después el canciller venezolano Alberto Consalvi, entregaba los primeros 20 pasaportes visados, un boleto en la aerolínea KLM y 200 dólares para los sandinistas. Al llegar a Panamá los recibió Sebastián “Guachan” González. A la semana el “Nene” salió con pasaporte panameño bajo el nombre de Ernesto Fernández Vaquero, rumbo a Cuba, país que los recibió como “huéspedes de honor”, para luego someterse a un intenso entrenamiento que duró 45 días, de lunes a domingo con sus días y noches.

El retorno para la Ofensiva Final

A inicios de enero de 1979, “El Nene” y su grupo viajaron a Tegucigalpa, Honduras. A su hermano Reynaldo, “Muraco” lo destinaron al Frente Interno, (Managua) entrando por Chinandega y a él lo asignaron al Frente Norte Carlos Fonseca, que operaba bajo el mando del comandante Germán Pomares Ordoñez, “El Danto”.

Entró por montaña junto a 20 combatientes al mando del comandante Walter Ferretti “Chombito”, caminando tres noches continuas hasta llegar a un campamento cerca de Jalapa, Nueva Segovia, el que posteriormente la guardia atacó, obligando a la guerrilla a replegarse al borde fronterizo con Honduras.

El 24 de marzo de 1979, las fuerzas de “El Danto” que sumaban 90 combatientes atacaron a la guardia en la zona del cerro el Junco, cercano a Jalapa, donde se combatió dos veces el mismo día. Dos días después el 26, atacaron el poblado de El Jícaro, distante a 7 kilómetros de Susucayan, poblado por donde entraron y retuvieron al jefe somocista de la zona Luis Cerrato, a quién le ocuparon una camioneta, cerca de las siete de la noche.

Esa noche en el Jícaro atacaron el comando de la G.N al mando del sargento Horacio Ramírez, a quién el Danto eliminó con un fusil M-16, mientras el espigado guardia se corría portando una ametralladora Thompson, parapetándose tras una puerta. Toda la guarnición estimada en 16, pereció en ese combate, solo se salvó un soldado que se introdujo en la letrina, quien al día siguiente fue rescatado lleno de excretas y perturbado mentalmente.

Herido en una emboscada cerca de Murra

Cumplida la misión de aniquilamiento en el comando de El Jícaro, enrumbaron hacia Murra. William conducía la camioneta recuperada marca Chevrolet, del año 78, color amarillo. En el camino fueron emboscados por una patrulla de guardias que se ocultaban en el monte, tras los cercos de alambres de púas.

“Se escuchaba como cuando la lluvia cae sobre los techos de zinc”, rememora con extraordinaria lucidez el guerrillero sandinista, al describir el sonido de las balas al impactar en la camioneta. De pronto sintió que una bala le penetró a la altura de la cadera izquierda dejándole una grave herida. También recibió un balazo en el brazo izquierdo que pegó en el reloj, de no haber sido así le hubiese destrozado la mano. El “Nene” aún herido y sangrando no dejó de conducir.

Eran aproximadamente las 2: 30 de la madrugada, cuando lograron evadir la emboscada. Otro grupo de guerrilleros que venía detrás se encargaría de hacerles frente y aniquilar a los guardias. Ya fuera del área de peligro, se detuvieron y al salir del vehículo recuerda que ya no sentía ningún dolor, porque momentos después perdió la conciencia.

Posteriormente fue conducido a un hospital clandestino en Tegucigalpa, donde fue intervenido quirúrgicamente por los médicos, marido y mujer, Julio César Burdet y Estrellita, quienes le salvaron la vida. Una vez recuperado salió por el aeropuerto Toncontín, acompañado de Joaquín Cuadra y Martha Lucía Cuadra, rumbo a Panamá, para restablecerse de las heridas que le dejaron graves secuelas para toda su vida, entre otras, incontinencia urinaria.

Las muchachas de los prostíbulos apoyaban a los sandinistas

En los años 60 y 70 bajo la dictadura somocista, proliferaban antros de vicio, cantinas y prostíbulos donde jovencitas de diversos lugares del país vendían sus cuerpos. William Molina, reconoce que muchas de esas trabajadoras sexuales eran fieles colaboradoras de los guerrilleros del FSLN. Cuando los guardias de Somoza solicitaban sus servicios, ellas astutamente les sustraían balas de fusil y de pistolas que luego entregaban a los insurrectos.

También les transmitían información que los guardias cuando estaban con sus buenos tragos de licor, hablaban de operativos o de búsquedas de algunos sandinistas, ellas los escuchaban y lo informaban a sus contactos en el FSLN, convirtiéndose en un valioso, eficiente y empírico servicio de espionaje.

Al tomar el poder el gobierno sandinista en 1979, una de sus primeras acciones fue rescatar a centenares de muchachas, sacándolas de los antros para fomentarles el trabajo digno a través de cooperativas de diseño y confección de sábanas, colchones, almohadas y ropa de niños, varones y mujeres a través del entonces Ministerio de Bienestar Social.

La vuelta de la moneda

El triunfo de la Revolución Popular Sandinista el 19 de julio, que desmanteló totalmente a la dictadura de Somoza, representaba para los jóvenes guerrilleros el inicio y construcción de un nuevo modelo de Estado. Se comenzó de cero.

El “Nene” fue asignado a trabajar en Estelí. Uno de esos días viajó a Managua a realizar una diligencia, encontrándose con el comandante Hugo Torres, quien de inmediato le dijo que se quedaría a trabajar con él en la organización de la Seguridad del Estado. “Vos sos contador y necesito un jefe de servicios y abastos”. Recuerda que la primera identificación que emitieron fue de color azul que además de los datos del portador decía G-2.

Entre el desborde de alegría y la construcción del nuevo Estado, “El Nene” cierto día viajó a su natal Diriamba, entró a una cantina y encontró a Marina, una hermosa morena de Bocana de Paiwás, quien con lágrimas que corrían por su rostro le comentó que su amado oficial se encontraba preso y temía por su seguridad y su vida.

Para su sorpresa, el amante de quien le habló la trabajadora sexual era el guardia Heberto Sosa, el mismo que durante el cateo que muchos meses antes, la guardia había realizado en la cuartería de Monseñor Lezcano, les había salvado de ser capturados y asesinados.

De inmediato el “Nene” junto a Marina se dirigió a la improvisada cárcel, le llevó una abundante comida, cigarros, café y fósforos. El hombre entre llantos se abrazó con Marina y le expresó su temor de que lo mataran.

William lo calmó y le prometió que regresaría y le ayudaría a conseguir su libertad. Corrió a contarle a su jefe Hugo Torres, quien le pidió que escribiera el episodio de cuando él los salvó de una muerte segura, para coordinar su liberación, solicitándole de antemano que lo llevara ante su presencia.

Una vez en libertad viajaron a Managua. El ex guardia de Somoza, entró en pánico, pero no tenía otra alternativa. Cuando estuvo de frente, Hugo le extendió la mano y le explicó que no temiera, que el FSLN no era una organización asesina como la guardia, que ellos eran implacables en el combate y generosos en la victoria. Momentos después le entregó el salvoconducto de total libertad.

William Molina Dávila, quedó satisfecho con la respuesta a esa acción que jamás se imaginó vivir. Hoy solamente dice con paz y tranquilidad que confirmó que “amor, con amor se paga”

El personaje

William Napoleón Molina Dávila, nació en Diriamba el 8 de septiembre de 1948. Hijo de Napoleón Molina Idiáquez, (conservador, muy amigo de Fernando Agüero Rocha) y de doña Socorro Dávila García.

Casado. Es padre de 11 hijos , engendrados en diversas relaciones.

De oficio contador.

Se vinculó al Movimiento 11 de noviembre, de jóvenes conservadores que en 1960 atacaron los cuarteles de la G.N en Jinotepe y Diriamba. Participó en la marcha y protesta del 22 de enero de 1967 sobre la antigua Avenida Roosevelt, Managua, la que terminó en masacre cuando la guardia de Somoza disparó contra los manifestantes.

Es sobreviviente de cáncer.

Actualmente sobrevive con una pensión reducida. A su edad solicita colaboración para instalar un lavado de automóviles cerca del emblemático Reloj de Diriamba, para trabajar con sus hijos y esposa.

2 Comments

  1. Nuestro héroe nacional.es una catedra rodante
    con tres hermanos caidos en el deber del amor de la lucha .. el adora al comandante Daniel que hablando con el me decia lastima que ya no puedo donarle nada de mi cuerpo si lo necesitara,le comparteria hasta la vida a el.
    ese es el nene un gran ser humano
    gracias a el frente y camilo por darme la oportunidad de integrarme con el grupo de el nene.
    siempre mas alla con las 4 letras .
    viva daniel viva la cra chayo.

  2. Muchas Gracias 🙏 por la historia que me enviaste!!
    Yo siempre recuerdo después de años como pasamos en Nicaragua y quiero agradecer te por todo que hiciste para mi!
    Un abrazo fuerte de Atenas!!!

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