Angustia y gritos de ¡ay, ay! de una de las mujeres del Cuá

  • Sufrida desde su niñez en la lucha antisomocista
  • A su marido, Bernardino, lo mataron con un clavo que le atravesó los oídos
  • A Lenin, lo mataron por la espalda los terroristas golpistas
  • Para burlar a los jueces de mesta una vez se disfrazó de cegüa
  • Vendió cususa y nacatamales de gallina, para sobrevivir y contribuir a la lucha

David Gutiérrez López

Fue como una premonición. Benigna Mendiola experimentó una inusual angustia que le quitaba la paz y tranquilidad la tarde del 11 de agosto de este año 2018.

Algo no estaba bien para esta legendaria mujer de 76 años, organizadora de sindicatos campesinos en el norte del país, que alimentó y refugió en su rancho de la montaña a guerrilleros del Frente Sandinista, la misma que en innumerables ocasiones burló astutamente a la guardia y sus jueces de mesta, “orejas”, que le espiaban sus pasos y los de su marido Bernardino Díaz Ochoa.

 Sin imaginarlo, la Benigna presintió que a su hijo Lenin “el negro”, como ella le llama con amor de madre, acababa de morir en una calle de Matagalpa en las inmediaciones de la Alcaldía, a eso de las 3:40 de la tarde.  Después uno de los muchachos, hijo de Lenin residiendo en Managua les confirmó a secas: “mataron a mi papá”.

Benigna soltó un “ayayay, ayayay”. Tras el profundo y agudo quejido maldijo a quienes le habían arrancado a una parte de su propia vida. Soltó improperios y cuando narra ese momento crispa sus puños llenándose de coraje y a la vez de valor, para enfrentar ese dolor tan fuerte y cruel como el experimentado por las compañeras de ellas presas por la Guardia Nacional de Somoza, en los años 70, torturadas y vejadas, conocidas como las Mujeres del Cuá.

El nombre completo del “negro” que le puso su padre Bernardino, inspirado en un viejo libro de esos que devoraba a la luz del candil en la montaña, fue Vladimir Ilich Uliánov, Lenin, en honor al principal líder de la Revolución Rusa (Bolchevique) de 1917, cuyo seudónimo Lenin lo tomó del rio Lena, que significa “el que pertenece al rio”.

Por supuesto que no lo bautizaron, porque con ese nombre del líder comunista ruso “ningún cotonudo” le bautizaría, confiesa Benigna, cuyos primeros zapatos se los calzó a los 13 años, en tanto, baja el tono de voz al hablar con la característica picardía de las mujeres del campo, ahora habituada a vivir en la ciudad, en una humilde vivienda del antiguo barrio El Bóer de la capital.

 El Lenin nica que manejaba una finca en las cercanías de Matagalpa, viajó ese día a la ciudad a bordo de su moto a comprar insumos, para utilizarlos en la cosecha de frijoles, maíz y una manchita de café. Estaba listo para arrancar la motocicleta y largarse del lugar cuando recibió el balazo que entró por la parte derecha baja de la espalda con orificio de salida en el corazón provocando su muerte instantánea.

La policía detuvo y acusó a cuatro personas: Abdul Montoya Vivas, de 60 años; Rogelio José Gámez, de 52; John Leonard Amort Páiz, de 52; y Noel Valdez Rodríguez, de 48, quienes enfrentan cargos ante la justicia de haber disparado armas cortas aprovechando una marcha de autoconvocados que al sonar los disparos corrieron en diversas direcciones, creándose el terror y el caos entre la población.

Se resistía a darle crédito a la noticia

La noticia que un hijo de los legendarios luchadores sindicales y de la guerrilla sandinista en los años 60 y 70, Bernardino Díaz Ochoa y Benigna Mendiola, había muerto a balazos por enemigos del gobierno y la Revolución, esa tarde se divulgó en radios y televisoras, pero Benigna se resistía a creerlo y sola repetía: “Ojalá que no sea cierto, ojalá que no sea cierto”, pero la cruel realidad se impuso.

Somos hombres para vivir de la tierra

Ella viajó con parte de la familia a Matagalpa donde sintió en lo más profundo de su ser el dolor de madre al observar a su amado Lenin, el “negro”, inerte en el ataúd, al mismo chavalo que parió en La Tronca el 5 de mayo de 1964. Afuera en la calle los sandinistas y el pueblo matagalpino repudiaban el asesinato.

“Yo si lloro y grito, porque así me desahogo. Mire yo no he querido ir a la audiencia (judicial donde se lleva el proceso a los acusados), porque soy capaz de tirarme encima de ellos. Porque deben de pagar, para eso… que Dios se encargue y que les caiga el peso de la ley”, expresa Benigna mientras crispa sus puños al referirse a quienes le mataron a su hijo Lenin, el cuarto de cinco que procreó con Bernardino, el líder campesino que inscribió como en una lápida la frase: “Nosotros no somos peces para vivir del mar. No somos aves para vivir del aire. Somos hombres para vivir de la tierra”.

Lenin Mendiola fue un comprometido y activo militante sandinista que combatió a la contrarrevolución participando en la operación Danto 88, donde se expulsó a los contras hasta territorio hondureño a punta de fuego, tras varios días de combate. También trabajó durante cinco años en el zonal del FSLN. Realizó estudios técnicos en la Escuela de Agricultura de Estelí.

Organizando sindicatos desde 1963

Fueron Bernardino y la Benigna los que organizaron desde 1963 sindicatos en La Tronca, el Bijagüe, Bocaycito, Yazcas, Waslala, Caño Negro, Cuscawas y el Quilito, con los campesinos que laboraban en las haciendas cortado café donde dormían en campamentos en unos cajones de madera similares a un rústico ataúd donde abundaban las pulgas, jelepates, cucarachas y ratas, que cada noche después de un día de explotación laboral, se encargaban de chuparle la sangre a los trabajadores y a sus hijos, en un verdadero festín de picaduras que les dejaban la piel crucificada.

La dieta consistía en una gran tortilla de maíz llamadas “long play” (en alusión a los discos de acetato) con la que formaban un cartucho a falta de plato, para rellenarlas con una cucharada de frijoles cocidos de mala calidad y café que bebían en cualquier tarro, porque no habían tazas ni pocillos de aluminio.

Bernardino que inició su trabajo sindical con el Partido Socialista de Nicaragua (PSN) se integró a la lucha del Frente Sandinista con las primeras incursiones guerrilleras y sufrió encarcelamiento en muchas ocasiones. Cuando no estaba preso lo andaban buscando.

Cayó preso a finales de agosto de 1971, cuatro años después de la guerrilla de Pancasán. Fue torturado y asesinado el 3 de septiembre de ese mismo año. El testimonio de Benigna relata que los guardias somocistas le introdujeron un clavo de 6 pulgadas por uno de los oídos atravesándolo de lado a lado. Su cuerpo torturado fue encontrado tirado en una comarca llamada San José de Wasaka, cercana a Yalí, Departamento de Jinotega.

Guerrilla se nutrió de los sindicatos

 La guerrilla sandinista que se organizó en el norte de Matagalpa se nutrió de campesinos que primeramente fueron sindicalizados y a quienes le Guardia Nacional y los jueces de mesta (paramilitares) perseguían para que no reclamaran por sus derechos sociales y salariales. En una ocasión para evadir la persecución de los gendarmes, Bernardino se las ingenió y formó un Club Campesino, que disfrazaba su labor sindical.

Sin la organización de los sindicatos no se hubiese sostenido la guerrilla sandinista, cuyos combatientes sufrieron y padecían de todas las dificultades ante la falta de comida, ropa, medicinas y un sitio seguro y abrigado para dormir. Hubo veces que pasaron hasta ocho días sin poderse mover de un sitio ante las inundaciones provocadas por las crecidas de los ríos circundantes, cuenta la Benigna.

La guardia y los jueces de mestas les llamaban “los come vaca”, porque en cierta ocasión ante la falta de comida se llevaron una vaca que estaba parida y fueron descubiertos, porque la cría no dejaba de berrear reclamando la leche.

Disfrazada de Cegüa para evadir a los “orejas”

 La Benigna que nació el 17 de agosto de 1942 en La Tronca a pesar de su sufrida vida tiene un gran sentido del humor y muchas anécdotas que ahora pueden causar risa, pero en esos días de persecución podrían representar la cárcel o la muerte. Cuando me recibió en su modesta vivienda me dijo: “Yo tengo más mujeres que usted”.

-Por qué? Le pregunté.

-Porque yo todavía ando organizando mujeres en todo el país, ahorita vengo del sector de Rivas (en el sur) de organizar a unas mujeres que trabajan en unas parcelas cultivando plátanos.

Por su astucia nunca cayó presa en manos de la guardia. Siempre encontraban algún ardid para evadirlos.

En una ocasión ante la persecución nocturna de un juez de mesta se le ocurrió disfrazarse de “bruja” o “Cegüa” (parte de la leyenda popular), una vez disfrazada se le paseó cerca al espía quién salió en una desenfrenada carrera. Del miedo el perseguidor sufrió tres días de altas fiebres, cuenta entre risas la Mendiola.

En otra ocasión para poder entrar a un cuartel de la Guardia Nacional y comprobar la captura de siete muchachos inventó la venta de nacatamales de gallina que los llegó a vender a peso, provocando la desconfianza de los soldados que al final la dejaron pasar. Efectivamente comprobó que los muchachos estaban amarrados de los brazos y metidos en un camión. La información sirvió para hacer la denuncia. Dos de ellos fueron asesinados.

En esa ocasión para poder viajar y traer a la ciudad la noticia tuvo que vender un chancho en 40 córdobas cuando la paridad del dólar era al 7×1.

También para ayudar en la manutención del hogar y de la lucha, para que Bernardino viniera a Managua, ella fabricaba cususa (bebida fermentada de maíz y destilada artesanalmente, similar al aguardiente) que vendía entre el campesinado y a gente de la ciudad.

Las mujeres del Cuá

El Cuá es uno de los ocho municipios del Departamento de Jinotega distante a 255 kilómetros de Managua. En los años 70 un grupo de mujeres campesinas se convirtieron en baluartes de la lucha guerrillera. Servían de correos del FSLN, (llevaban y traían mensajes escritos o verbales) los escondían, les daban abrigo y comida y como dice la Benigna, arriesgaban su vida por ellos.

Las mujeres del Cuá se internacionalizaron con el poema del sacerdote trapense Ernesto Cardenal,el que se musicalizó y dramatizó con el quejido de “¡ay, ay! a nadie vimos pasar”, gritos generados en las noches de torturas pretendiéndoles arrancar información del movimiento de guerrilleros… “hijas de la montaña que no quisieron hablar”. Ellas junto a varios hombres estuvieron presas en el cuartel del Cuá.

Benigna se considera una de esas mujeres que ella organizó y recurriendo a su memoria menciona a la “viejita” de 120 años de nombre María Venancia; Petrona Hernández; conocida con el seudónimo de “Amanda Aguilar” (nacida el 3 de mayo de 1890 y falleció en Managua en el Hospital Militar el 14 de febrero del 2007 a los 116 años y 9 meses). La lista sigue con María, Emelina, Martina, Vidal, Julia, Catalina, todas Hernández, de la misma familia. Natividad Martínez Sánchez, “Conchita”; Angelina Díaz Aguilar; nuera de Amanda Aguilar, Cándida María Gonzales Donaire (violada), Martina González Hernández, (Violada y abortó), Aurelia Hernández, María González Hernández, Apolonia González Romero, Esperanza Hernández García.

Fue en 1968 a muchos campesinos los subieron al avión y los lanzaron al vació sus cuerpos jamás aparecieron. Fue una ola de represión después de la jornada guerrillera de Pancasán.

 La Benigna con aplomo y convicción me dijo: “Yo le digo al comandante que a pesar de mi dolor y de lo que he sufrido, yo sigo trabajando con las mujeres organizándolas, defendiéndolas y enseñándoles a trabajar y vivir de la tierra”.

El Personaje

Angustia y gritos de ¡ay, ay! de una de las mujeres del CuáBenigna Mendiola, nació el 17 de agosto de 1942 en la Tronca, Matagalpa. Sus padres fueron Pedro Félix y Narcisa. Fue la séptima de ocho hermanos: Genaro, Esteban, Antonia, Domingo, Daniel, Gregoria, Benigna y Julia.

Procreó 5 hijos: Pedro Armengol, Ageda, Rosibel, Lenin y César. Pedro Armengol fue asesinado por la contrarrevolución en los años 80, Lenin asesinado por terroristas. Actualmente les sobreviven tres.

Fue diputada por el Frente Sandinista ante la Asamblea Nacional de 1984 a 1996 e integrante de la Dirección Nacional del FSLN que se reestructuró, después de las pérdidas de las elecciones de 1990.

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