Carlos Fonseca, revolucionario de la paz

Carlos Fonseca, revolucionario de la paz
  • En Moscú escuchó el clamor por la paz mundial
  • Contribuyó a botar las mentiras contra los revolucionarios
  • Padre y maestro de la Revolución Popular Sandinista

Una fría mañana del otoño de octubre de 1957, en la antesala del inclemente invierno ruso, Carlos Fonseca Amador se encaminó a una escuela donde solicitó hablar con algún estudiante a través de un intérprete.

David Gutiérrez López

Un niño rubio de suéter verde de nombre Vladimir, fue el elegido para hablar con el entonces estudiante Carlos Fonseca, conversación que narra el líder revolucionario en un libro titulado “Un nicaragüense en Moscú” que escribió como un compromiso de luchar por la paz del planeta y una contribución de hacer todo lo que estaba a su alcance para lograr la coexistencia pacífica entre los pueblos del mundo.

– ¿Es cierto que en América Latina la mayor parte de los niños no pueden ir a la escuela? Le interrogó el niño Vladimir de 13 años, según al estimado del entonces joven Carlos Fonseca, quien cifraba los 21 años de edad.

Fonseca viajó a Moscú en agosto de 1957 a participar en el VI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes (FMJE), que se realizó con la asistencia de más de 34 mil personas procedentes de 131 países del mundo que clamaron por la paz. Ahí estaba Carlos, solo, íngrimo, como el único nicaragüense en ese evento donde se encantó y contagió al conocer que el mundo reclamaba vivir en paz. -Allá hacen falta escuelas para miles de niños- respondió Fonseca.

-Mire usted, -continuó dicién-domenosotros creemos que existe el peligro de que estalle una guerra entre los Estados Unidos y nuestra Unión Soviética. Si esa guerra estallara, sería horrible lo que pasaría. Porque se emplearían bombas atómicas. “Si estallara una guerra entre los Estados Unidos y la Unión Soviética, podría desaparecer el mundo. Sería el fin del mundo. Yo mismo perecería y no podría llegar a ser ingeniero. Yo quiero ser ingeniero. Mi maestra Kiora dice que en América no saben el adelanto que hemos alcanzado. Y que la gente cree en América que los niños soviéticos no bebemos leche y que nuestro gobierno gasta casi todo el dinero fabricando armas”. “Usted puede mirar que son calumnias todas esas afirmaciones.

Aquí nadie quiere guerra. Tal vez usted relate en Nicaragua que no es cierto lo que nuestros enemigos cuentan de nuestro país. Cuente como vivimos. Yo quiero que haya paz. No quiero que me mate una bomba atómica; Yo quiero
ser ingeniero, construir rascacielos y carreteras”. Aquí nadie quiere guerra.

Mi tío Pavel murió cuando los fascistas invadieron nuestro país. Mi mamá me cuenta que esa guerra fue contra la voluntad de los soviéticos. Cuando regrese, cuente usted cómo vivimos. Nosotros creemos que eso hará más posible la paz.

Clamor por la paz sigue latente

“Parecía un adulto el pequeño Vladimiro hablando de la paz. También los adultos me parecían niños cuando de paz me hablaban. En realidad, todos nos parecemos a todos, cuando hablamos de paz”, narra textualmente el comandante Carlos al hablar de ese encuentro con el pequeño estudiante ruso que, 60 años después de ese encuentro, el clamor por la paz sigue latente en todo el globo terráqueo, principalmente en Nicaragua amenazada y asediada por sectores derechistas enemigos del progreso social y de la paz.

Carlos Fonseca Amador, después de escribir ese pequeño libro que modestamente llamó “folleto” le cumplió al pequeño Vladimir de contar los deseos de paz de millones de soviéticos que, en ese tiempo, habían salido apenas 10 años antes de la Segunda Guerra Mundial en la que vencieron con la fuerza y unidad de todo un pueblo a la Alemania nazi que Hitler con su poderoso ejército pretendía dominar al mundo.

Más de 20 millones de rusos y de otras nacionalidades que constituían los soviéticos fue el costo de esa terrible guerra que partió el mundo principalmente a Europa.

Combatiendo la calumnia

El comandante Carlos, principal fundador e impulsor del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), padre de la Revolución Sandinista, se encargó de estudiar y analizar la historia de Nicaragua para rescatar la lucha del general Augusto C. Sandino, su pensamiento antiimperialista y su vocación para conducir al pueblo por sendas de paz.

Por años la verdad de la lucha de Sandino estuvo sepultada. En esos años, cuando la tecnología apenas llegaba al telégrafo en clave Morse y el teléfono de magneto; cuando no existían redes sociales, ni celulares, ni plataformas como las actuales asistidas por internet, Carlos Fonseca se encargó arduamente de desmitificar una serie de falsedades que se propagaban sobre el socialismo y la Unión Soviética, a la que el imperialismo yanqui y los enemigos del progreso social llamaban “países tras la cortina de hierro”.

Con sus narraciones Carlos Fonseca contribuyó a derrumbar la imaginaria “cortina de hierro”, que muchos se la imaginaban como el actual muro que pretende levantar el presidente Donald Trump en la frontera con México, con la intención de frenar la avalancha de inmigrantes de diversos países del mundo que buscan el llamado y falso “sueño americano”, que se convierte en terrible pesadilla para quienes logran ingresar.

El comandante Carlos desmintió que la lucha de Sandino era contra los nicaragüenses, “lo llamaban bandolero” y exaltó su antiimperialismo hasta lograr expulsar a las tropas intervencionistas que llegaron al país con la presunta misión de “pacificar” al país sumido en una guerra civil.

La historia develó que mientras Sandino buscaba la paz luego de la expulsión de los yanquis fue asesinado a traición por Anastasio Somoza García (el 21de febrero de 1934), cumpliendo los deseos de los norteamericanos que no le perdonaron al General de Hombres Libres que les haya humillado y derrotado con un ejército de hombres y mujeres
descalzos, mal armados y mal alimentados, pero llenos de coraje y patriotismo.

Sandino les advirtió a los invasores y cumplió con hacerlos morder el polvo de la derrota en las montañas segovianas. Carlos levantó la bandera roja y negra de Sandino luchando con ella hasta que miles de seguidores lograron el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, el 19 de julio de 1979. Desde ese día, la roja y negra rescató a la bandera azul y blanco de la patria del mal uso que a través de la historia los vende patrias pretenden utilizarla como una enseña de oposición al sandinismo.

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