Con su acción del 17 de abril de 1523 sembró la semilla de la rebelión
Diriangén, pionero de la defensa de la soberanía

Oscar Robelo

Con su rebelión del 17 de abril de 1523 en contra del colonialismo español, el cacique Diriangén sembró una semilla que va a perpetuarse a través de la historia de Nicaragua hasta la actualidad: la defensa de la soberanía nacional frente a las pretensiones extranjeras de imponer modelos de organización política, social y económicos.

Para Clemente Guido Martínez, historiador, escritor y vicepresidente de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua, la acción de Diriangén es considerada como el primer acto de rebelión, de no aceptación de una imposición de la monarquía española queriendo someter a los pueblos humildes hasta los designios de las grandes potencias económicas, comerciales y militares.

A su juicio, ese primer rechazo dejó marcada la conciencia de los pueblos chorotegas, del Pacífico de Nicaragua. De ahí que no sea extraño encontrar en la historia nicaragüense nuevamente a los chorotegas alzándose contra la corona española en 1811-1812 en Monimbó y dando inicio a una sublevación en Granada, al término de la cual capturaron a los líderes y los enviaron a Guatemala.

El historiador destaca varios ejemplos que constituyen la continuidad histórica de la conciencia del cacique Diriangén. Así, no es extraño que esa conciencia se transmitiera luego a los indios Matagalpa que, aunque eran de otra etnia, participaron de la Guerra Nacional para combatir al filibustero y esclavista yanqui William Walker en 1856.

“Hay una continuidad histórica”, sostiene Guido, tras destacar las acciones de esos mismos indios cuando se alzaron contra la expropiación de las tierras indígenas de Matagalpa durante los 30 años de gobiernos conservadores y fueran masacrados en las hondonadas de esa ciudad del norte del país. “Esa es la tragedia de la historia”, señala.

Igualmente, para el escritor no es raro encontrar también a ciudadanos de Masaya, Nindirí, Masatepe, Managua combatiendo al yanqui en 1912 en El Coyotepe con el general Benjamín Zeledón al frente.

Sandino líder de lucha antimperialista

Tampoco es extraño que el General Augusto C. Sandino haya sido el líder de la lucha antiimperialista contra la intervención estadounidense durante más de cinco años. “No es extraño que en la historia del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional hubiera cantidad de indígenas de diferentes etnias de las zonas del norte de Nicaragua integrados a él, como también misquitos y mayagnas”, resalta.

En consecuencia, Guido apunta que no es extraño que el Frente Sandinista de Liberación Nacional, recogiendo el espíritu de Diriangén y de toda la lucha histórica de los más humildes y pobres de Nicaragua, incorporara en sus filas a gente de extracción humilde, popular, obreros, campesinos, indígenas y que al final dieran al traste con la dictadura somocista.

“Aunque en tiempos de Diriangén no existía el concepto de soberanía, en cierta forma él es un pionero de la defensa de la soberanía nacional que ahora entendemos con claridad que es un concepto jurídico, un concepto político y sobre todo moral de los pueblos”, explica el historiador, para reiterar el derecho a ejercer el poder como pueblo frente a las pretensiones extranjeras de imponer sus modelos.

De acuerdo a Guido, con su lucha “Diriangén enseña que ante una pretensión de querer despojar del “quién sos vos” tenés que enfrentarla con las armas en las manos si es necesario como lo hizo él con valentía, con arrojo, con decisión y con espíritu de unidad étnica en el caso de él o unidad nacional en el caso nuestro actualmente”.

En ese sentido señala que siempre hay quienes se prestan a los extranjeros para pisotear la soberanía nacional; y menciona como ejemplos a los Adolfo Díaz, los Moncada, los Somoza. “Siempre hay los que a través de la historia terminan creyéndose norteamericanos”, indica. Según Guido, los traidores creen que van a ostentar el poder cuando la historia ha demostrado que “el poder los yanquis se lo quedan para ellos, no se lo dan a nadie”.

En su opinión, la soberanía nacional es un concepto que está enraizado en el pueblo nicaragüense por la enorme experiencia de lucha vivida bajo el espíritu de Diriangén, de José Dolores Estrada, de los indios Matagalpa, de Andrés Castro, de Zeledón, de Sandino, de las mujeres que combatieron dentro del Ejército del General de Hombres Libres, y en el Frente Sandinista.

Un poco de historia

El Vicepresidente de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua recurre a la historia cuando explica el contexto de la lucha del cacique Diriangén contra el colonialismo español. En ese entonces Nicaragua no existía como nación todavía, sino que en el territorio del Pacífico nicaragüense vivían distintos grupos, uno de ellos conformaba a los chorotegas liderados por Diriangén.

Los invasores españoles requirieron a los caciques someterse al rey de España, aceptar la religión católica y al Papa de Roma, de lo contrario les harían la guerra. La historia dice que el cacique Nicarao aceptó y se bautizó en el acto, junto a todos los caciques principales. Menos Diriangén, que rechazó someterse voluntariamente.

“Diriangén toma la iniciativa de hacer la guerra a Gil González de Ávila y a sus cien hombres y dos curas que andaban con él y logra desterrarlos de los territorios chorotegas”, narra Guido. No obstante, un año después, en 1524 Francisco Hernández de Córdoba es el que inicia el despoblamiento de las comunidades indígenas chorotegas en la Meseta de los Pueblos, Granada, Managua y parte de León.

“Esa es la consecuencia inmediata de no aceptar el requerimiento: la guerra de Francisco Hernández de Córdoba contra las comunidades chorotegas que culminó en un exterminio casi total de la cultura chorotega hasta que las mujeres presionaron en los cacicazgos para que hiciera la paz, la que significó el sometimiento también de los chorotegas a los españoles”, afirma.

El historiador concluye: “No hay ningún documento que hable sobre la muerte de Diriangén, de Nicarao, pero sí sabemos, por boca de un español, Gonzalo Fernández de Oviedo, que en cuatro años de 10 mil indios flecheros que había en Managua se contabilizaban sólo mil, el 90% de la población combativa había sido desaparecida, porque los mataron o se fueron hacia las montañas sur de Managua o al norte de Nicaragua escapándose de la guerra y quedar vivos para seguir combatiendo”.

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