VILMA DEL SOCORRO VELA HERNÁNDEZ: LA MADRE QUE JURÓ LEALTAD AL FRENTE SANDINISTA

  • Su hijo y esposo fueron asesinados por la guardia de Somoza
  • La hija menor sobrevivió a cinco balazos
  • Refugió a guerrilleros de las tres tendencias del FSLN
  • Un sacerdote perverso y beodo la expulsó del templo

David Gutiérrez López

La Guardia Nacional (G.N), brazo armado del dictador general Anastasio Somoza, le asesinó a su hijo mayor, a su esposo y a su hija menor intentaron matarla impactándola con cinco balazos de revólver calibre 38. Sobre los féretros cubiertos con la bandera roja y negra juró luchar y combatir a la dictadura somocista y ser leal al Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN.

Doña Vilma Vela, mejor conocida como Vilma Hernández viuda de Monge, a sus 91 años, con una extraordinaria lucidez y emoción revive en sus pensamientos aquellos días aciagos y trágicos, que iniciaron con la muerte del primero de sus hijos, Bosco, quien cayó combatiendo a la guardia somocista en la calle la Honda del barrio San Miguel, un día después de la masacre ejecutada en la insurreccionada comunidad de Monimbó.

Cuando se le terminaron las balas de la pistola con la que disparaba a un contingente de soldados, parapetados detrás de una tanqueta durante la “operación limpieza”, Bosco, el muchacho de 20 años, estudiante universitario de la UNAN, Managua, un apasionado por los deportes, principalmente por el béisbol, les lanzó por detrás una bomba de contacto que no logró explotar. Los guardias le dispararon y herido de muerte logró lanzarles otra bomba, hasta caer fulminado por las balas de los fusiles asesinos.

El 26 de febrero de 1979, en el aniversario de la primera insurrección de Monimbó, entre consignas de ¡patria libre o morir! el Movimiento Pueblo Unido (MPU), solicitó a doña Vilma hablara en nombre de las madres con hijos caídos en la lucha. Le pasaron un micrófono, ella lo tomó, pero enmudeció, un torozón le anudó la garganta que le impidió articular palabra ante el dolor y el recuerdo de su hijo muerto y de otros muchachos asesinados por la guardia.

Fue entonces que Bosco Monge Castro, el padre, de oficio taxista, tomó la palabra y recordó cuando la familia perdió al joven estudiante universitario, inquieto, alegre y valiente, en quien habían cifrado sus esperanzas de convertirse en profesional para que les ayudara a sacar de la pobreza a la familia. Al finalizar de hablar don Bosco, con la emoción que le embargaba en ese momento, declaró abiertamente ser un sandinista al igual que su hijo.

Esa declaración pública, sería como haber firmado una sentencia de muerte. Los cateos y “visitas” sorpresivas de patrullas de la guardia a la vivienda donde alquilaban, la que al mismo tiempo servía de casa de seguridad a los combatientes del FSLN, eran constantes, pero ni con ello lograron atemorizarles ni les hicieron retroceder en su voluntad de lucha.

Una madre para los combatientes de las tres tendencias

Bosco Monge Hernández, obrero del volante (el taxi que conducía no era de su propiedad) se convirtió en uno de los correos más eficientes del FSLN en Masaya. Su capacidad de movilización le permitía llevar y traer correo, transportar a los muchachos sandinistas a refugios seguros, trasegar armas entre otras tareas de gran responsabilidad y confianza.

La humilde casa de los Monge, fue una especie de cuartel de los sandinistas de las tres tendencias. Se alojaban, comían y dormían los muchachos de la Guerra Popular Prolongada (GPP), los Proletarios (TP) y los Terceristas, también llamados los Insurreccionales, (TI).

Para los Monge no existía división. Era el sandinismo unificado luchando contra la dictadura de Somoza y su ejército la Guardia Nacional (G.N) formada y creada por los Estados Unidos de Norteamérica.

En esa casa, la mamá Vilma tostaba grandes cantidades de maíz y cacao y lo llevaba a moler para elaborar un rico pinolillo que les garantizaba un refresco alimenticio a sus hijos y sus huéspedes que se ocultaban tras biombos y cortinas, en la clandestinidad cerrada.

Cuando Mario López, “el mini capi”, organizador de la GPP, llegó a la casa de los Monge, don Bosco, llamó a su hija Caridad y le dijo que a ese muchacho le lavaría y aplancharía unos blue jean (bastante cortitos) y unas camisas pequeñas. Ella recuerda que ripostó diciéndole a su padre: “¿Yo por qué tengo que lavarle a ese, acaso es mi hombre o qué?”. Don Bosco respondió con una bofetada ante la insolencia de la muchacha, luego todo continuó normal, recuerda ahora esta mujer que también se convirtió en una eficiente colaboradora y leal conspiradora sandinista.

A pesar de las limitaciones económicas, los combatientes sandinistas no se podían quedar sin un plato de comida. Era preferible que los de la familia se quedaran sin comer, antes que uno de los muchachos. Entre otros clandestinos que fueron vistos como sus hijos, recuerdan a Mario López, “mini capi”, Francis Cuadra, “Paquita”, Virginia Cordero, Leonel Cruz, Pablo Emilio Pérez, Henry Bermúdez y muchos otros.

Premonición materna le salvó de la cárcel o quizás de la muerte

Doña Vilma recuerda con claridad los momentos de zozobra que vivió junto a su esposo cuando un día indeterminado de 1978, en la casa guardaron unas armas. Ella, con el amor de madre protectora intuyó que un “oreja” vecino (soplón) de la guardia somocista habría informado del movimiento de descargue de aquellas armas que servían para las escuadras de combatientes que hostigaban y emboscaban a los soldados.

Le confió a su marido sus sentimientos de ansiedad por la seguridad de sus hijos y los combatientes del FSLN que albergaban en la casa, donde a veces solo se tenía para comer galletas simples, arroz, frijoles y el infaltable y delicioso pinolillo que ella elaboraba con canela y clavo de olor, con el toque de amor materno.

Ante esa inquietud, por la noche, en el mismo taxi con el que ruleteaba don Bosco, movieron el cargamento y lo trasladaron a un sitio más seguro, donde no estuviera expuesto ante la inesperada presencia de las patrullas de la Brigada Especial Contra Actos Terroristas (BECAT), como ocurría con frecuencia cuando les cateaban la casa.

Al día siguiente, varias patrullas de soldados montados en sus jeeps militares llegaron violentamente a la casa. Le revolvieron los trastes de cocina, la ropa y buscaron hasta en el excusado, pero no encontraron nada, ni una sola arma. El presentimiento de doña Vilma les había salvado de una posible prisión o hasta de la segura muerte.

Jugando en la calle avisaban la llegada de los BECAT

Los muchachos jugaban en la calle del barrio junto a la chavalada y tenían la seria misión de avisar inmediatamente al ver la presencia de los guardias a bordo de los jeeps BECAT, alertando a los de la casa de su presencia, dándole oportunidad a los jóvenes sandinistas que se escaparan a través de un traspatio que comunicaba con la calle siguiente.

Varias veces tuvieron que salir a la carrera, pero nunca, por muchas “visitas” que realizaron los soldados y agentes de la seguridad a la casa de los Monge, en Masaya, lograron capturar ni armas ni a combatientes, porque siempre estaban alertados por los chavalos.

La ejecución de Bosco y los cinco balazos a la niña

Desde el día de la caída en desigual combate contra el ejército de Somoza, del estudiante universitario Bosco Monge, el 27 de febrero de 1978, la familia fue constantemente acosada, perseguida, asediada y amenazada. Tanto eran las amenazas que don Bosco un día le dijo a su esposa que cualquier día lo podían matar.

El dos de marzo de 1979, don Bosco salió a trabajar en el taxi acompañado de su hija menor de 12 años, Vilma Monge, quién ocupaba el asiento delantero. Ella, entre sollozos revive aquellos dolorosos momentos que le han quedado clavados en su mente, cuando el reloj marcaba las tres y treinta de esa fatídica tarde.

“Estábamos en la gasolinera, (antigua Shell, ubicada en la entrada de la ciudad, actualmente la rotonda) nos tomamos unos refrescos”. Súbitamente aparecieron dos hombres desconocidos y le dijeron a su papá que los llevara al desarme Aguilar, distante a unas tres cuadras. Ella le dijo calladita que no los montara, que eran guardias, pero él me dijo que no tuviera miedo”.

Los ignotos subieron al vehículo. El taxista con los pasajeros atrás emprendió la marcha, quizás sin sospechar que unos minutos después serían balaceados. La premonición de la pequeña Vilma, estaba por hacerse realidad. Efectivamente al llegar al destino solicitado los hombres encañonaron en la cabeza a don Bosco, él alcanzó a decirle a su hija que corriera.

La puerta del pasajero del automóvil que siempre se encontraba en mal estado y requería que su papá bajara para abrirla, en ese momento milagrosamente se abrió y cuando la niña salió corriendo fue alcanzada por uno de los sicarios quien descargó cinco balazos sobre su humanidad, impactándole en varias partes del cuerpo.

A don Bosco, le dispararon por la parte trasera de su cabeza dos balazos, provocándole graves daños en su masa encefálica. Uno de los matones se acercó al cuerpo ensangrentado de la muchachita menudita y todavía la pateó para constatar que estaba muerta. Vilma, sin perder el conocimiento no se movió, soportó el dolor y las patadas, porque de haberse quejado la hubiesen rematado.

Se llevaron el taxi y dejaron los dos cuerpos tirados en un espacio de tierra. Vilma recuerda que el primero en acercarse fue un señor “chele” de apellido Gómez que les prestó auxilio. Luego se acercaron curiosos y llegó la ayuda solidaria.

Los trasladaron en una ambulancia de la Cruz Roja al hospital de Masaya y por la gravedad de las heridas, los condujeron al entonces Hospital Oriental de Managua, actualmente Hospital Escuela doctor Roberto Calderón Gutiérrez, en homenaje al primer radiólogo nicaragüense.

En el trayecto dentro de la ambulancia, a don Bosco se le terminó el suero intravenoso y su hija revive en sus recuerdos que ella se desprendió la aguja y le dijo al socorrista que le pusiera el suero a su padre que todavía estaba con vida.

En el hospital los llevaron al quirófano. Bosco falleció y Vilma lo sospechó desde el primer momento, porque nadie de la familia cercana la llegaban a visitar, además no tenía acceso a los periódicos ni a los radios. Fue después de pasado los nueve días que llegaron a verla y a confirmarle la dolorosa noticia del fallecimiento de su papá. Tristes recuerdos que aún la conmueven.

Mujeres de negro cargaron el ataúd

En Masaya todavía se recuerda el masivo funeral de Bosco Monge Castro, el 3 de marzo de 1979, en ese momento presidente del Sindicato de Obreros del Volante (taxistas) y presidente de la Asociación de Padres de Familia del Instituto Nacional.

Era un verdadero líder, organizador y movilizador de los padres que protegían y defendían a sus hijos de las arbitrariedades de la guardia somocista a quienes cuando los capturaban sometían a torturas, los asesinaban y los desaparecían.

En la plaza de Magdalena se concentró el pueblo, donde surgieron oradores espontáneos que acusaban a la dictadura somocista y a su ejército, la Guardia Nacional (G.N) de haber planificado y ejecutado el asesinato del dirigente de los trabajadores de taxis.

Un momento emocionante e inesperado se vivió cuando varias mujeres vestidas rigurosamente de negro con sus chalinas levantaron sobre sus hombros el féretro del dirigente, mientras una muchedumbre acompañaba la marcha fúnebre hacia el cementerio.

Escapó del hospital

Un médico del hospital de apellido Valle, le confió a la familia Monge, que estaban siendo vigiladas por sicarios enviados presuntamente por el coronel G.N, Fermín Meneses, entonces jefe militar de Masaya, el mismo que salió huyendo protegido por tanquetas y un escudo de prisioneros ante el empuje de las fuerzas insurrectas sandinistas en junio de 1979, para refugiarse en la fortaleza de El Coyotepe, desde donde lanzaban morteros a los guerrilleros y población civil.

Ante aquella amenaza latente, se planificó la salida de Vilma. A la chavala la buscaban para eliminarla, luego que declaró ante los periodistas que había reconocido a los asesinos de su padre, los mismos que intentaron asesinarla.

Una enfermera de nombre Socorro, fue clave en el escape. Caminaron hasta un portón trasero y lograron alcanzar rápidamente la calle, abordaron un auto y se perdieron de la vista de quienes la vigilaban. Apenas habían transcurrido unas dos semanas cuando Vilma salió convaleciente del hospital, donde su vida estaba en serio peligro de muerte ante la amenaza de los guardias somocistas. Todavía cargaba en su cuerpo una bala alojada en el abdomen.

Exilio en Venezuela

Proteger la vida y seguridad de la familia Monge en ese momento se convirtió en una tarea difícil pero prioritaria. Se les orientó asilarse en la embajada de Venezuela en Managua. El FSLN recurrió donde la colaboradora Angelita Valle, entonces presidenta de la Cruz Roja, filial Masaya, quién estableció las coordinaciones para trasladar a doña Vilma junto a sus tres hijos Rafael, Caridad y la pequeña Vilma a la sede diplomática el 19 de marzo de 1979.

Una vez en Venezuela, bajo el gobierno del abogado y periodista Luis Herrera Campíns, los Monge fueron atendidos por la estructura del Frente Sandinista, a cargo de Edwin Cordero Ardila, “el doctorcito” (ex jefe de la Policía Nacional) en la guerrilla y su esposa Raquel Valladares, de quienes recibieron amplio apoyo y solidaridad en medio de las limitaciones existentes en esos momentos.

Para sobrevivir y pagar el hotel donde se hospedaban en Caracas, Caridad se desempeñó en varios trabajos, que permitieron ganar algún dinero para sostenerse.

El retorno después de la victoria

El triunfo de la Revolución Popular Sandinista lo recibieron con inmensa alegría en Venezuela. La dictadura militar del general Anastasio Somoza Debayle, el último de su familia servil a los imperialistas estadounidenses, había sido derrocada

Se prepararon para viajar de inmediato, pero el responsable Edwin Cordero, les dijo que tenían que esperar nuevas orientaciones. Fue así que lograron aterrizar en tierra liberada el 5 de agosto del año del triunfo, para reiniciar de nuevo la lucha por la vida.

Un sacerdote beodo corrió del templo a doña Vilma

Después de los sucesos del 18 de abril del año 2018, en el intento de golpe de Estado al gobierno sandinista del presidente Daniel Ortega Saavedra y la vicepresidenta Rosario Murillo, con la abierta confabulación de un sector de la jerarquía y clero católico, utilizando algunos templos para esconder armas y refugiar a criminales, el perverso beodo, entonces párroco de la Iglesia San Miguel Arcángel, en Masaya, Edwin Román Calderón, se atrevió a echar fuera del templo a doña Vilma, fiel devota católica.

Este hecho lo recuerda con amargura, pero sin guardar rencor en su alma contra el clérigo, quien, poseído por el odio, se perturbó porque doña Vilma, quien habita en el costado norte del templo católico a su cargo en ese entonces, mantiene ondeando sobre el techo de su casa la bandera roja y negra del Frente Sandinista, sobre la que juró lealtad.

Después que se fue el cura Román, rumbo a Miami, doña Vilma reinició su asistencia a las misas oficiadas por otro sacerdote, donde se suma a la enseñanza de Jesús de amarse los unos a los otros, de fomentar el amor y no el odio y sobre todo a perdonar las ofensas.

Después del triunfo volvió a ver a los sicarios

Para sorpresa de Vilma, cierto día reapareció la pesadilla de su vida, al volver a ver a los sicarios que asesinaron a su padre y atentaron contra ella. Sintió que la observaban y perseguían, rápidamente logró escabullirse, pusieron la denuncia en la todavía en formación Policía Sandinista, pero no se logró la captura de los asesinos.

Tiempo después conocieron que uno de ellos aparentemente había muerto y otro se convirtió en pastor de una iglesia evangélica ubicada en una comunidad cercana a Masaya. Pero, de todas maneras, para las víctimas directas de esa tragedia generada por la dictadura somocista, ya no cabe espacio para la venganza ni el odio, porque en sus corazones predomina el amor, la bondad y la paz.

El personaje

Vilma del socorro Vela Hernández, nació el 30 de octubre de 1932, en Laguna de Perlas, Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS). Desde niña se trasladó a Masaya donde fue inscrita como ciudadana de la ciudad de Las Flores.

Trajo al mundo a Bosco, Rafael, Caridad y Vilma. De esa descendencia cuenta con 7 nietos y 7 bisnietos.

A principios de los años 80 el comandante presidente Daniel Ortega Saavedra, le impuso la condecoración de colaboradora histórica del Frente Sandinista.

A los 91 años de vida continúa asistiendo a misa en paz y tranquilidad, manteniendo sobre el techo de su casa la bandera roja y negra del FSLN, a la que le sigue guardando lealtad.

1 Comment

  1. Dña.Vilmita es una de nuestras heroínas que gracias a su participación y la sangre de sus hijos hicieron posible la victoria contra la tiranía somocista. Honor y gloria para ella y para todas las madres aguerridas de nuestro pueblo así como para todos nuestros mártires.

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