A 52 años del grito ¡Que se rinda tu madre!

A 52 años del grito ¡Que se rinda tu madre!
  • Los sandinistas que vivieron como los santos

El 15 de enero de 1970 más de 200 guardias nacionales apoyados con tanquetas rodearon una casa ubicada frente al cementerio Periférico, en Managua, en la que habitaban tres jóvenes que apenas habían dejado la adolescencia para vivir en la clandestinidad como los santos, en las catacumbas, como lo dejó escrito el poeta Leonel Rugama, el mismo que ese día gritó: ¡Que se rinda tu madre! a los guardias que los conminaban a rendirse.

De la vida de los tres muchachos sandinistas se conoce muy poco, la más difundida es la de Leonel, nacido el 27 de marzo de 1949 en el Valle de Matapalos, Estelí. Siendo un excelente estudiante, bueno a las matemáticas, a la escritura y por supuesto a la lectura, ingresó, estudió y luego abandonó el Seminario Nacional, para luego ser parte de la guerrilla sandinista cuando apenas cumplía los 17 años, destacándose como organizador estudiantil, firme militante, que no le temblaba la mano, ni la voz en los asaltos bancarios, donde recuperaban dinero para sostener la lucha.

En Managua y León, Rugama siempre se movilizaba con una pistola calibre 45 envuelta en algún periódico que sostenía debajo del brazo, además, como estudiante siempre cargaba un libro que leía cuando no estaba escribiendo. A la desaparecida cafetería La India, punto de reunión de intelectuales, artistas y periodistas, de la Managua preterremoto de 1972, asistía fugazmente a discutir de literatura, política o a jugar ajedrez, mientras a sorbos consumía tazas de café.

“De la burguesía, lo único que me gusta son las mujeres”, diría en alguna ocasión el poeta guerrillero, autor de varios poemas, entre los cuales está La Tierra es un satélite de la Luna, Como los santos, rememora a sus 71 años de edad Silvio Casco, con una larga trayectoria de militancia y sobrevivencia en las filas del Frente Sandinista, quién conoció a los tres muchachos caídos en el Periférico y a otros militantes.

El traslado y presencia de Leonel Rugama en León en 1968 fue vital, para fortalecer el Frente Estudiantil Revolucionario (FER). Se matriculó en la Universidad Nacional y utilizó el nombre de Francisco para evadir la persecución de los órganos de seguridad somocista. Fue un organizador en los barrios leoneses los que recorría a pie junto con Silvio Casco, reclutando colaboradores que les facilitaran refugio o se convirtieran en combatientes.

¡La guardia, muchachos! Gritó la señora que daba cobertura a la casa de seguridad, ese 15 de enero. El cabo, Luis Navarrete, agente de la Oficina de Seguridad Nacional (OSN), arma en mano se adelantó a irrumpir en la vivienda, pensando quizás en recibir un ascenso, pero lo que recibió fueron los primeros balazos disparados por los guerrilleros, terminando así con sus aspiraciones.

Mauricio Hernández.
Mauricio Hernández.

En el 52 aniversario de estos sucesos sangrientos, surgen los recuerdos y afloran sensibles sentimientos que provocan emociones e inevitables torozones en la garganta, como le sucede al militante sandinista Silvio Casco, de León, quién con mucho dolor narra parte de las vivencias que le tocó compartir con estos tres combatientes.

Mauricio Hernández Baldizón, fue su entrañable amigo de adolescencia, vivía de una pequeña pulpería con su mamá Estela Hernández y su hermano menor Roberto, en el barrio San Juan. Fueron compañeros de toda la secundaria en el Colegio Calasanz de León, donde también eran como hermanos con el héroe sandinista Juan José Quezada, un experto en artes marciales, con entrenamiento en campamentos guerrilleros de la organización Palestina Al-Fatha, quién cayó combatiendo a la guardia en Nandaime en septiembre de 1973.

Mauricio y Juan José, ingresaron a la misma célula del FSLN, en León, en 1968, contando con la presencia de Leonel Rugama.

El comando que tomó por asalto la casa de José María “Chema” Castillo, el 27 de diciembre de 1974, para liberar a varios prisioneros de la cárcel La Modelo, cuando se rompió el silencio, entre ellos, al actual presidente comandante Daniel Ortega, llevó el nombre de este extraordinario combatiente.

Mauricio era extrovertido, de fácil palabra y de rápido actuar, enamoradizo, a pesar de no tener tiempo ni espacio para asistir a fiestas, tuvo algunas novias. Era un adolescente cuando se integró al FSLN y fue desarrollándose dentro de la organización.

Cierto día le anunciaron que estaba designado a integrarse a la clandestinidad, la noticia la recibió con alegría. Posteriormente llegó la contraorden que deberían dejarlo en León, fortaleciendo los preparativos de la jornada de conmemoración del primer aniversario de la caída del comandante Ernesto Che Guevara, asesinado en la Higuera, Bolivia, el 9 de octubre de 1967.

El joven Mauricio se lamentó del cambio, quería ir al combate, además decía: “Ya me despedí de mi mamá, hasta lloró y que le digo ahora que me vea regresar a la casa”. Aceptó la dura orden con profundo dolor y disciplina.

La muerte de Mauricio afectó mucho a la compañera y combatiente Luisa Amanda Espinoza Berrios, Ella entre sus cosas personales, siempre cargaba la foto de Mauricio, publicada por el Diario Novedades, la que colocaba en un sencillo marco que ponía como un altar en la sala de las casas de seguridad, donde le correspondía vivir. Ambos habían compartido diversas vivencias en casas de seguridad.

En 1969, Mauricio participó en una recuperación económica en el Banco Nicaragüense de León. Uno de los compañeros muerto ese 15 de enero de 1970, luego de ese operativo, se resguardó en una casa de seguridad, un día, al asomarse a la calle, se llevó una inesperada sorpresa, cuando reconoció que la cajera del banco asaltado de apellido Alfaro, hija de un capitán somocista, vivía en la casa vecina. El silencio y la compartimentación evitaron que fuese descubierto.

Roger Núñez.
Roger Núñez.

Era de carácter fuerte, fogoso, decisivo y arrojado ante el peligro. Cuando su cuerpo fue llevado a la morgue de León, un médico de apellido Argüello dijo en privado que Mauricio tenía en su cabeza un tiro de gracia disparado por uno de los esbirros somocistas.

A Roger Núñez Dávila, nació el 13 de mayo de 1951, originario de Managua, Silvio recuerda haberlo conocido en 1968, entre agosto y septiembre, en una casa de seguridad en la antigua Colonia Salvadorita, actual Cristian Pérez, donde se encontraba el jefe del FSLN, comandante Carlos Fonseca. Tendría unos 16 años, era hijo de doña Aurora Núñez, quien recibió la Orden Carlos Fonseca, después del triunfo de la Revolución Sandinista.

En esa casa Roger era el encargado de la vigilancia desde adentro, chequeaba cualquier movimiento de agentes de la seguridad que pudieran llegar a poner en peligro la vida de los combatientes y del propio comandante Carlos Fonseca Amador.

A esa edad Roger ya había conocido la cárcel por sus vínculos con el FSLN, acusado de haber participado de una recuperación económica. En 1969, Silvio Casco lo volvió a encontrar bajo el mando del comandante Julio Buitrago, quién lo había dotado de una subametralladora Madzen, la cual siempre cargaba consigo, oculta en un saquito. Su seudónimo era “Wilfredo”, pero le decían también el “negrito” por su color de piel. A pesar de su corta edad era un hombre de fuerte temple, valiente.

Después de la muerte de Julio Buitrago Urroz, jefe de la resistencia urbana sandinista, quien íngrimo, se enfrentó a más de 300 guardias, desde una casa de dos plantas del barrio Frixione, cerca de las Delicias del Volga, portando una subametralladora Thomson, resistiendo hasta caer asesinado, el 15 julio de 1969, a los militantes clandestinos les orientaron replegarse hacia León.

Leonel Rugama escribió un poema titulado “Las casas se llenaron de humo”, en homenaje a Julio Buitrago y a los compañeros Alesio Blandón Juárez, Marco Antonio Rivera Berríos y Aníbal Castrillo Palma, los últimos tres caídos ese mismo día15 de julio de 1969 en la noche en una casa de dos pisos en el barrio de Santo Domingo.

A “ Wilfredo” quien quedó desconectado después de esos sucesos lo recontactaron a través de Silvio y éste les dijo que no se preocuparan por él, que se las había arreglado. Relató que había encontrado a un guardia somocista cerca del puente Lareynaga, lo garroteó, le quitó el dinero, su identificación y hasta la pistola, la cual envió como trofeo de guerra a la conducción del mando del FSLN

Así vivieron estos héroes y mártires, quienes, hasta el último momento de sus vidas, leales a sus principios abrieron sus mentes y pechos dispuestos a vencer o morir, con firme patriotismo y nacionalismo, con dedicación y fervor revolucionario, cantando el himno nacional de Nicaragua, fueron asesinados por guardias somocistas mientras afuera, en la calle, rugía el cañón de la muerte.

1 Comment

  1. Por favor falta la fecha, autor del artículo y periódico o medio digital en que fue publicado. Admiro toda la capacidad intelectual y humana de Leonel Rugama. Felicito la excelente remembranza.

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