Con su guerra multiforme contra Venezuela.
La pretensión de EEUU por controlar el Caribe

La pretensión de EEUU por controlar el Caribe

Stephen Sefton (*)

Durante siglos, los pueblos del istmo centroamericano han tenido que enfrentar las secuelas de las ambiciones de las élites gobernantes europeas y norteamericanas para controlar la región del Mar Caribe. Desde el Siglo 16, los grandes poderes marítimos: España, Francia, Inglaterra y en menor grado Holanda, disputaron el control de las islas y costas del Caribe para explotar sus recursos naturales y controlar los puntos estratégicos comerciales y militares de la región.

Para Nicaragua, la injerencia extranjera se intensificó por mucho a mediados del Siglo 19 con la rivalidad entre los poderes europeos y las élites norteamericanas, para controlar las rutas de un posible canal interoceánico.

Historia

Con la construcción del Canal de Panamá, iniciado por Francia en 1881 pero finalizado por los norteamericanos en 1914, se selló el control de Estados Unidos de la región. Luego, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno norteamericano consolidó su dominio regional, relegando al papel de vasallos los poderes europeos que todavía tenían colonias caribeñas. Esta historia explica los patrones de intervención norteamericana en la región.

Los países europeos aliados de los EEUU controlaban casi todos los territorios caribeños. Aparte del territorio norteamericano de Puerto Rico, se trata de las colonias holandesas de Surinam, Curacao y Aruba; las francesas de Guyana Francesa, Martinica y Guadalupe; hasta las importantes posesiones coloniales británicas como Belice, Guyana, Jamaica, Trinidad y Tobago, Barbados y varias otras islas naciones, ahora independientes. Las islas Turcas y Caicos, al norte de Cuba, y las islas Bermudas, todavía más al norte, siguen siendo territorios británicos.

Todo esto explica por qué las intervenciones estadounidenses en la región han sido enfocadas en las islas con países independientes como Cuba, Haití y República Dominicana y, en Centroamérica, en Nicaragua. Nicaragua perdió su extenso territorio marítimo en el Caribe por motivo de un tratado entre Colombia y el gobierno norteamericano de 1928, ratificado por el gobierno vendepatria de José María Moncada en 1930. Así que durante más de cien años las clases gobernantes de EEUU han tratado el Mar Caribe como suyo, usando tranquilamente el término “Mare Nostrum”, como llamaron los emperadores romanos el Mediterráneo, “nuestro mar”.

Y desde el golpe de Estado en Guatemala de 1954, el gobierno de EEUU y sus aliados europeos han mantenido una intervención constante en los asuntos internos de las naciones del Caribe y Centroamérica. El golpe de Estado de 1963 en la República Dominicana fue seguido por la ocupación norteamericana del país en 1965, ambos con el objetivo de impedir tener un gobierno progresista en una isla contiguo a la Cuba revolucionaria.

El gobierno norteamericano no pudo impedir la Revolución Sandinista en Nicaragua en 1979, pero en 1983 volvió a suprimir un gobierno progresista caribeño en la pequeña isla nación de Granada. Luego en 1989, invadió a Panamá para derrocar al general Antonio Noriega.

En Haití, el fin de la dictadura de la familia Duvalier en 1986 abrió un período político muy inestable, que vio la elección en 1990 de un gobierno progresista liderado por Jean-Bertrand Aristide. Este primer gobierno del presidente Aristide duró solo ocho meses, antes de ser derrocado en un golpe de Estado en 1991. Hasta la fecha, Haití ha seguido en una interminable espiral de desestabilización marcado por repetidas catástrofes naturales, la permanente intervención norteamericana y europea, y cada vez mayor violencia interna.

La constante crisis socio-económica y política deriva directamente de la interminable intervención militar y política extranjera. Se ha fomentado una cultura de corrupción, polarización y violencia provocada por grupos criminales controlados principalmente por la misma vendepatria élite local, que tiene el apoyo político del gobierno norteamericano y sus aliados.

La embestida del Occidente colectivo

Alrededor del mundo, países como Haití, Somalia, Libia, Siria y Myanmar evidencian desenlaces similares provocados por la intervención occidental. La precariedad e inestabilidad vigentes en estos países, son el modelo preferido de las élites occidentales para prolongar su control político y económico en las respectivas regiones del mundo.

Solamente naciones con un claro proyecto político nacional, dirigidos por gobiernos resilientes respaldados por sociedades con una robusta cohesión social, van a poder resistir las embestidas del Occidente colectivo, desesperado para mantener su influencia global. Es por esta razón que el Occidente colectivo agrede a Venezuela, Nicaragua y mantiene el genocida bloqueo contra Cuba.

Solo un gobierno revolucionario apoyado por su pueblo, podría resistir durante seis décadas el genocida bloqueo yanqui con Cuba. Y solo la resistencia de un pueblo revolucionario, habría podido revertir el sádico, feroz asalto político-militar y socioeconómico sufrido por Venezuela desde 2013. De igual manera, solo la firme determinación de un gobierno revolucionario, habría podido lograr la recuperación por Nicaragua en 2012 de su territorio marítimo usurpado por Colombia durante más de 80 años.

Este logro de nuestro gobierno sandinista, liderado por el Comandante Daniel y la Compañera Rosario, fue un serio golpe al control norteamericano del Mar Caribe, porque aumentó el área soberana independiente para una salida al Mar Caribe de las rutas interoceánicas de ferrocarril o canal que pueden construirse a través del territorio nicaragüense.

Los principales motivos de la actual agresión norteamericana en la región del Caribe son:

– Para compensar la pérdida de poder e influencia en Asia, la cual se refleja hasta cierto punto también en regiones como África y América Latina.

– Para contrarrestar la creciente influencia económica de la República Popular China en América Latina y el Caribe por medio de la Iniciativa de la Franja y Ruta, y así como acuerdos bilaterales comerciales y financieros.

– Para asegurar acceso y control de los recursos naturales de la región (petróleo, gas, oro, litio, tierras raras y otros minerales, agua, biodiversidad).

– Para dominar las importantes rutas estratégicas marítimas de América Latina hacia Europa y África.

– Para reforzar su dominio económico y financiero de la región con la presencia física político-militar.

La mayoría de las bases gringas están en la región

Vale la pena recordar que las fuerzas armadas norteamericanas siempre han mantenido una fuerte presencia en toda América Latina, especialmente en Centroamérica y el Caribe. De las 76 bases militares gringas y de sus países europeos aliados, identificadas en un reciente resumen de la presencia militar extranjera en la región, 50 se encuentren en Centroamérica y el Caribe. Los pretextos oficiales para esta extremadamente desmedida presencia militar extranjera en la región, varían desde el combate al terrorismo y al narcotráfico hasta el apoyo a la protección ambiental.

En los últimos dos años, las y los jefes del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses, anteriormente la general Laura Richardson y el almirante Alvin Holsey, han resaltado la misión militar en defensa del neocolonialismo norteamericano que ellos llaman “la democracia”. En octubre 2024, la general Richardson comentó en un foro de ministros de Defensa de la región: “Hoy, la democracia está bajo ataque, no solo están en juego conflictos, sino que hay un intento de cambiar el orden mundial, por eso nuestros países deben estar unidos”.

Por su parte, el almirante Holsey, este año en Argentina, remarcó: “El Partido Comunista Chino continúa su incursión metódica en la región, buscando exportar su modelo autoritario, extraer recursos y establecer infraestructura de doble uso, desde puertos hasta el espacio… y amenaza puntos de acceso marítimo crítico como el Canal de Panamá, que es vital para la economía de cada nación”. Sin embargo, Richardson, Holsey y sus colegas también siempre han insistido enérgicamente en la necesidad de mantener una fuerte presencia militar norteamericana en la región por motivo de sus riquezas naturales.

Durante su período como jefa del Comando Sur, la general Richardson fue notoria por su total franqueza sobre este punto, haciendo hincapié repetidamente en audiencias públicas sobre los enormes recursos de hidrocarburos, de litio y tierras raras, de agua y de tierras agrícolas en la región. Así que toda la intromisión histórica norteamericana en América Latina y el Caribe, más el contexto global contemporáneo, más las propias palabras de los jefes militares yanquis, todo demuestra las razones del agresivo despliegue de fuerzas navales y aéreas en el Caribe contra Venezuela.

Además, hay que tomar en cuenta que, en febrero de este año, el presidente Trump anunció que su gobierno había decidido designar ocho supuestos carteles del narcotráfico como organizaciones terroristas. Su declaración alegó que el inexistente Cartel de los Soles fue liderado por el presidente Nicolás Maduro y, en base de esta arbitraria y ficticia designación, se abrió el camino para la acción militar contra Venezuela.

Venezuela vencerá en una guerra de autodefensa

Entonces, las mismas autoridades norteamericanas dejan claro que temen al nuevo mundo multipolar que ha surgido y a la creciente influencia regional de la República Popular China. Su temor se debe a la amenaza que perciben a su control de los recursos naturales y las rutas marítimas estratégicas de la región. Por ese motivo, ocupan los falsos pretextos del combate al narcotráfico y defensa de la democracia para desplegar su poderío militar.

En este momento, aunque es impredecible prever el desenlace de la agresión en camino contra Venezuela y su pueblo, es difícil ver un desenlace que no sería adverso para las élites norteamericanas. Todavía no reconocen que el mundo es otro ahora, y si quieren que se respeten sus intereses van a tener que respetar los intereses de los demás.

No conviene a las islas naciones de Caricom ni a Colombia, ni tampoco a los demás países de la región un destructivo conflicto militar regional. Sin embargo, la guerra comercial del gobierno del presidente Trump contra China va en aumento, y últimamente incluye la aplicación de altas tarifas portuarias a barcos chinos que atracan para descargar y cargar en puertos norteamericanos.

En este contexto, la postura agresiva norteamericana hacia Venezuela amenaza decenas de billones de dólares de inversiones chinas en el país. Es cierto que Rusia y China están al otro lado del mundo de Venezuela, pero hay que recordar que fue la ayuda de la Unión Soviética que hizo posible para Nicaragua vencer en la guerra contrarrevolucionaria de la década 1980. Todo indica que Rusia y China darán todo el apoyo necesario para asegurar que la Venezuela Bolivariana venza en una guerra de autodefensa en su propio territorio. Además, la guerra moderna ha cambiado y cada conflicto es diferente.

Las presuposiciones de los militares norteamericanos fracasaron en Ucrania, y la situación político militar es muy diferente en Venezuela a lo que fue en Siria. Por otro lado, si las fuerzas navales del Occidente colectivo pueden entrometerse en el Mar Meridional China y el Estrecho de Taiwán bajo el pretexto de la libertad de la navegación, no hay nada que impida que las fuerzas navales rusas y chinas hagan lo mismo en el Caribe para detener un posible intento de bloqueo naval norteamericano en Venezuela.

En consecuencia, varios factores diferentes sugieren que para nada es seguro que las élites yanquis, esta vez contra Venezuela, se saldrán de nuevo con la suya en el Caribe. No pudieron en la esfera económica, ni con su interminable guerra psicológica, tampoco lo podrán en la esfera político-militar.

(*) Periodista y analista político internacional.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *