
Edgar Palazio Galo (*)
El sandinismo, forjado en la lucha antiimperialista del General de hombres y mujeres libres Augusto C. Sandino y consolidado en la victoria de la Revolución Popular Sandinista de 1979, emerge en el siglo XXI como una fuerza política que conjuga una profunda continuidad histórica con una notable renovación generacional.
Bajo la dirección del Comandante Daniel Ortega y la Compañera Rosario Murillo, el Frente Sandinista de Liberación Nacional ha reconfigurado su proyecto político, adaptándolo a las nuevas complejidades geopolíticas y socioeconómicas del contexto global contemporáneo sin renunciar a sus principios fundacionales y, más bien, con una reafirmación estratégica de los mismos.
La continuidad histórica del sandinismo se manifiesta en su inquebrantable fidelidad a sus pilares ideológicos esenciales: el antiimperialismo, la soberanía nacional, la justicia social y la autodeterminación, principios que han guiado las políticas del FSLN en el siglo XXI. La defensa de la soberanía nicaragüense ante las presiones externas, la búsqueda de una matriz económica diversificada que no dependa de los dictados del capital transnacional y la implementación de programas sociales para mitigar la desigualdad social, son expresiones concretas de esta continuidad.
El Comandante Daniel y la Compañera Rosario, símbolos vivientes de la revolución, han sido fundamentales para mantener la conexión con el pasado. Sus liderazgos y vasta experiencia en la dirección del Estado y del partido han proporcionado una estabilidad política que se percibe como un anclaje histórico, lo que constituye una verdadera renovación estratégica que ha ampliado significativamente la base de apoyo del sandinismo.
Además, la combinación de sus liderazgos ha creado una sinergia única, marcando un hito en la historia del sandinismo al encarnar una renovación en la forma de gobernar. Este modelo de conducción compartida es una innovación política que desafía los paradigmas occidentales de poder, y ha fortalecido al FSLN con una unidad inquebrantable.
Como resultado, la comunicación directa con el pueblo, a través de los medios y plataformas digitales, se ha convertido en una herramienta de gobernabilidad fundamental, permitiendo una vinculación con la población mucho más activa, directa y horizontal. Esta estrategia no solo informa, sino que también moviliza y fortalece el sentido de pertenencia colectiva.
La batalla cultural y la resistencia ideológica
El sandinismo en el siglo XXI también libra una batalla cultural e ideológica contra los enemigos de la revolución controlados por el imperio y sus aliados. Estos adversarios han utilizado la guerra mediática orquestada desde centros de poder global, la manipulación de la verdad y la creación de narrativas falsas para tratar de desacreditar los logros alcanzados.
Las tácticas de desinformación buscan deslegitimar los avances sociales, económicos y de infraestructura, presentando una imagen distorsionada de la realidad nicaragüense. El objetivo es minar el apoyo popular y fragmentar la unidad nacional, elementos que han sido históricamente cruciales para la estabilidad y soberanía del país.
No obstante, el FSLN ha respondido a esta agresión con una estrategia de resistencia ideológica basada en la capacitación política popular, la recuperación de la memoria histórica y la promoción de los valores patrióticos. En este sentido, Daniel y Rosario han liderado este esfuerzo, recordando constantemente al pueblo nicaragüense sus raíces revolucionarias y la importancia de la unidad para defender la soberanía nacional.
Por ello, la batalla cultural es -en esencia- una lucha por la identidad nacional y la autodeterminación, donde la historia, los valores y la soberanía se convierten en la trinchera más sólida para defender la autodeterminación de la nación. Es una afirmación categórica de que el futuro de Nicaragua reside en la voluntad de su propio pueblo.
Renovación generacional y vitalidad del movimiento
La renovación generacional en el seno del FSLN es un proceso continuo que nutre al sandinismo con la vitalidad de las nuevas generaciones. De hecho, la juventud nicaragüense no solo es heredera de la revolución, sino también protagonista de su futuro. El FSLN ha sabido integrar a los jóvenes en todos los niveles de su estructura, brindándoles espacios de participación y decisión. Esta incorporación de nuevas ideas, energías y talentos fortalece el proyecto revolucionario.
La Juventud Sandinista 19 de Julio es la columna vertebral de este proceso. A través de programas y actividades, los jóvenes se convierten en agentes de cambio, aprendiendo la importancia de la solidaridad, la disciplina y el compromiso social. Este proceso de formación garantiza la continuidad del sandinismo a largo plazo, ya que comprenden la profundidad histórica de su lucha y están dispuestos a defenderla con convicción y valentía.
Los jóvenes sandinistas no solo heredan el legado ideológico, sino que también aportan nuevas perspectivas y herramientas para la acción política, utilizando las redes sociales y los medios digitales para conectar con una base social más amplia. Por lo tanto, la renovación generacional trasciende la edad, pues es una cuestión de mentalidad y perspectiva.
La Juventud Sandinista de hoy se enfrenta a desafíos que la generación de 1979 no conoció, como la revolución tecnológica, las nuevas formas de alienación social y la desinformación masiva. Estas realidades demandan una respuesta ideológica y práctica en la lucha por la soberanía tecnológica.
Por consiguiente, el papel de la juventud es doblemente estratégico: deben ser los guardianes de la memoria histórica y los innovadores en la lucha ideológica del siglo XXI. La comunicación revolucionaria es una herramienta fundamental en esta batalla, y se debe educar a las nuevas generaciones en el análisis crítico de la información y en la comprensión de las complejidades geopolíticas que enmarcan la lucha de Nicaragua.
Un proyecto en constante transformación
La visión del sandinismo en el siglo XXI es la de un proyecto en constante construcción y transformación, un dinamismo que lo mantiene relevante y vital. La bandera rojinegra trasciende su significado como símbolo de la historia de lucha y sacrificio; también encarna un futuro que debe ser activamente conquistado. La continuidad histórica es una fuerza palpable que une a las generaciones actuales con los héroes y mártires que las precedieron, recordándoles que son parte de una ininterrumpida cadena de resistencia.
En este sentido, el sandinismo del siglo XXI no es un punto de llegada estático, sino un proceso continuo en la incesante defensa de la soberanía, la justicia social y la dignidad del pueblo nicaragüense. Es la síntesis dialéctica de la experiencia histórica y la frescura de una nueva visión. La síntesis dialéctica, un concepto filosófico que combina ideas para crear una nueva realidad, se aplica aquí para describir cómo el sandinismo integra su pasado con las necesidades y retos del presente.
Este proceso de transformación preserva el pasado como un mapa para el futuro, extrayendo lecciones valiosas para la toma de decisiones. Al mismo tiempo, el proyecto inyecta en sus venas la vitalidad de la juventud y su capacidad para imaginar y construir un mundo diferente.
La Juventud Sandinista, con su compromiso con la educación, el deporte y la cultura, se ha convertido en una fuerza protagonista, demostrando que ser joven y sandinista es, ante todo, resistir, proponer y soñar. Este constante entrelazamiento de historia y juventud garantiza que el proyecto sandinista permanezca vivo, adaptándose y evolucionando para seguir siendo la vanguardia del pueblo en la búsqueda de su autodeterminación.
Hacia un nuevo horizonte
El sandinismo en el siglo XXI se enfrenta a un camino lleno de desafíos. Sin embargo, ha demostrado una y otra vez su capacidad para superar las adversidades. La clave de su éxito reside en su unidad interna, su profunda conexión con el pueblo y su lealtad inquebrantable a los principios fundacionales que forjaron el movimiento.
La perspectiva de futuro no es una utopía abstracta, sino la construcción tangible de una sociedad más justa, equitativa y soberana. En consecuencia, el sandinismo del siglo XXI se erige como una poderosa lección de resiliencia y esperanza, demostrando que, a pesar de las embestidas imperiales y las guerras mediáticas, es posible construir un proyecto alternativo basado en la justicia social y la dignidad humana como sus pilares esenciales.
En esencia, la conducción del Comandante Daniel Ortega y la Compañera Rosario Murillo actúa como el motor de esta constante transformación, guiando al pueblo nicaragüense hacia la consolidación de la RPS. Se trata de una herencia que se construye día a día con cada acto de solidaridad y cada paso hacia la justicia social. Así, la continuidad histórica se percibe como una fuente inagotable de inspiración y una guía para el futuro.
La renovación generacional es un firme compromiso con los ideales del General Sandino y el Comandante Carlos Fonseca. En efecto, la Juventud Sandinista ha asumido el legado de sus predecesores con responsabilidad y valentía, demostrando así que la llama de la revolución arde con más fuerza que nunca. Esta nueva generación no solo defiende lo conquistado, sino que también innova y se adapta a las exigencias del nuevo milenio, inyectando al sandinismo la vitalidad y la capacidad de imaginar un mundo diferente.
Desde las comunidades rurales hasta los centros urbanos, la juventud se convierte en protagonista activa de la transformación social. De este modo, la historia de Nicaragua es la historia de una lucha incesante por la emancipación, y el sandinismo es la expresión más alta de esa lucha.
En conclusión, el sandinismo en el siglo XXI, bajo la conducción de Daniel y Rosario, ha sabido mantener viva la llama de la revolución, anclándose en sus principios históricos. La experiencia nicaragüense es un testimonio vivo de que la revolución es un proceso continuo que se renueva y se adapta a las exigencias de cada época, reafirmando la capacidad de los movimientos de liberación para transformar la sociedad desde el poder sin renunciar jamás a sus ideales fundacionales de soberanía y justicia social.
⃰ Profesor Titular UNAN Managua.
El relevo generacional del sandinismo es un proceso dialéctico de la naturaleza, y la sociedad.
Los retos en el siglo XXI, que debe abordar esta generación son grandes. Distintos a los que resolvió la generación que dirigió la lucha revolucionaria clasista contra el somocismo y la burguesía.
Deben defender la soberanía, autodeterminación.
Impedir que las élites corporativas con sus lacayos aquí destruyan el estado, la familia. Impedir que al pueblo de Nicaragua lo metan en un campo de concentración digital, para controlar, manipular y engañarlo.
La Revolución Popular Sandinista, es un ejemplo vivo para la izquierda mundial