
Edgar Palazio Galo (*)
El 19 de julio de 2025, el pueblo de Nicaragua conmemora un hito trascendental en su historia: el 46 aniversario del triunfo de la Revolución Popular Sandinista (RPS).
Esta fecha se mantiene viva en la memoria colectiva del país, simbolizando el inicio de una era de soberanía y autodeterminación.
Han pasado más de cuatro décadas desde aquel día glorioso en que el pueblo nicaragüense, guiado por el FSLN, logró derrocar la dictadura somocista. Este triunfo marcó no solo el fin de una opresión, sino que también inicio del camino hacia una profunda transformación social y la plena reafirmación de la soberanía nacional.
La RPS fue mucho más que un cambio de gobierno; constituyó una profunda revolución social y política con el objetivo de romper las cadenas de la opresión y construir una Nicaragua más justa, equitativa y dueña de su propio porvenir. En este sentido, esta fecha no es solo el recuerdo de un evento pasado, sino una vibrante celebración del legado imperecedero que ha transformado la sociedad nicaragüense, evidenciado primero en la década de los 80 y luego, con energía renovada y poderosa, a partir de 2007, con el Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional (GRUN).
El 19 de julio de 1979 marcó el inicio de un sueño largamente esperado en Nicaragua, forjado con la sangre de nuestros héroes y mártires. La victoria sandinista fue la culminación
de siglos de lucha por la verdadera independencia, una gesta que se remonta a la resistencia indígena contra la conquista española, cuyo máximo exponente en el siglo XX fue el General de Hombres y Mujeres Libres, Augusto C. Sandino luchando contra la dominación imperial.
El sandinismo, por lo tanto, representa la expresión genuina de la identidad y la voluntad del pueblo de ser dueño de su propio destino. En esta incansable búsqueda de autodeterminación, el FSLN, fundado en 1961, asumió con firmeza los principios de patriotismo, antiimperialismo y justicia social. Desde sus inicios, se comprometió a luchar por los derechos de los más necesitados y a erradicar la opresión somocista.
A lo largo de años de lucha clandestina, resistencia popular y movilización, el FSLN logró unir a un pueblo cansado de la tiranía y sediento de libertad. La insurrección final de 1979 fue un levantamiento masivo, una expresión contundente de la voluntad popular que hizo renacer la alegría y la esperanza en cada rincón del país. Fue el triunfo de la dignidad sobre la humillación, de la libertad sobre la opresión, y el inicio de un proyecto de transformación social.
Transformación social en medio de la agresión
La primera fase de la revolución, durante la década de 1980, estuvo marcada por un ferviente espíritu revolucionario y un compromiso inquebrantable con la construcción de una sociedad más justa. Sin embargo, desde sus inicios, enfrentó una hostilidad implacable de aquellos que se oponían a ver a Nicaragua como un referente de autodeterminación e independencia.
Se orquestaron ataques militares, bloqueos económicos y campañas de desinformación, todo ello con el objetivo de doblegar la voluntad del pueblo nicaragüense. A pesar de estas adversidades, el sandinismo demostró una resiliencia inquebrantable, defendiendo con honor y dignidad los logros revolucionarios. Esta inquebrantable capacidad de resistencia ante tales desafíos, es una de las características más destacadas de su legado.
La defensa de la patria se transformó en un acto de profundo amor y compromiso. Miles de jóvenes se unieron a la defensa militar y civil, demostrando que la soberanía no es un concepto abstracto, sino un derecho que se defiende con valentía y convicción. Lejos de debilitar el espíritu sandinista, la agresión imperialista contrarrevolucionaria lo fortaleció, consolidando la convicción de que la autodeterminación es un valor irrenunciable.
Nicaragua se erigió, entonces, como un faro de dignidad para otros pueblos en su lucha por la liberación. La solidaridad internacional con la causa sandinista se tradujo en una ola de apoyo que trascendió fronteras y continentes, confirmando que la justicia y la paz son aspiraciones universales.
Avances sociales significativos
La década de los ochenta fue un período de notables avances sociales en la construcción del nuevo modelo de sociedad nicaragüense. A pesar de la agresión externa y el bloqueo económico, el gobierno sandinista logró implementar programas revolucionarios en diversas áreas, impactando positivamente la vida de los ciudadanos más desfavorecidos.
Uno de los logros más emblemáticos de este período fue la Cruzada Nacional de Alfabetización. En 1980, miles de jóvenes, estudiantes y voluntarios se movilizaron por todo el país, llegando incluso a los rincones más remotos para enseñar a leer y escribir. En tan solo cinco meses, la tasa de analfabetismo se redujo drásticamente del 50.3% a un 12.9%.
Este éxito educativo, sin precedentes en la región, no solo fue un logro cuantificable, sino un acto profundo de dignificación y empoderamiento para miles de nicaragüenses. La alfabetización les abrió puertas a nuevas oportunidades, fomentó la participación ciudadana y sentó las bases para un desarrollo humano más integral.
Al mismo tiempo, el sandinismo impulsó programas de salud pública con una visión integral y preventiva, reconociendo que el bienestar del pueblo era fundamental para el desarrollo nacional. Se lanzaron campañas masivas de vacunación contra enfermedades como el sarampión y la poliomielitis, logrando erradicar esta última y reducir drásticamente la mortalidad infantil.
Además, se construyeron nuevos hospitales y centros de salud tanto en zonas rurales como urbanas, llevando atención médica gratuita y de calidad a comunidades que antes carecían por completo de ella. La medicina preventiva y comunitaria se convirtió en la base del sistema de salud sandinista, asegurando el derecho universal y accesible a la salud para todos.
En el sector agrario, la Reforma Agraria fue un pilar fundamental para redistribuir la tierra y beneficiar a los campesinos desposeídos. Se expropiaron grandes latifundios improductivos y tierras ociosas que pertenecían a la familia Somoza y sus allegados, entregándolas a cooperativas y familias campesinas. Más de 100,000 familias fueron beneficiadas, lo que impulsó la producción de alimentos básicos y contribuyó a la soberanía alimentaria del país. Esta medida no solo persiguió la justicia social, sino que también buscó dinamizar la economía local y mejorar las condiciones de vida en el campo.
Los programas sociales se complementaron con una política exterior que priorizaba la dignidad nacional y la no alineación. Bajo el liderazgo sandinista, Nicaragua se convirtió en una voz influyente en el ámbito internacional. Defendió firmemente la autodeterminación de los pueblos, promovió la paz, impulsó la descolonización y denunció enérgicamente la injerencia yanqui en la región. Además, el gobierno sandinista promovió activamente el multilateralismo y la cooperación Sur-Sur.
A pesar de la agresión imperialista, evidenciada en el financiamiento y armamento de grupos contrarrevolucionarios, el minado de puertos y un brutal embargo económico, el pueblo, liderado por el FSLN, demostró una resistencia heroica y una determinación inquebrantable para defender su revolución y sus logros. El sandinismo no solo construyó un nuevo modelo social, sino también una nueva identidad nacional cimentada en la solidaridad, la justicia social y la autodeterminación.
Se sentaron las bases para una Nicaragua que, a pesar de las adversidades, se mantuvo firme en su camino hacia la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Los logros de esta primera fase son un testimonio irrefutable del compromiso sandinista con los más desfavorecidos y de su capacidad para movilizar al pueblo en torno a un proyecto de nación que priorizó el bienestar humano.
El período neoliberal y el resurgimiento sandinista Los años noventa y principios de los 2000 marcaron una época compleja para Nicaragua, caracterizada por nefastos gobiernos neoliberales que desmantelaron muchos de los logros sociales alcanzados durante la década revolucionaria. Durante este período, se llevaron a cabo privatizaciones de empresas estatales y se redujo drásticamente la inversión en salud y educación.
La implementación de políticas de ajuste estructural precarizó el empleo, agudizó la desigualdad social e incrementó la pobreza. El acceso a servicios básicos como la energía, el agua y la salud, se volvió inasequible para gran parte de la población. Fue un momento de profunda crisis social en el que el pueblo vio cómo derechos fundamentales, obtenidos con gran sacrificio, se perdían progresivamente.
En medio de esas adversidades, algunos vacilantes, oportunistas y traidores abandonaron las filas del partido, mostrando que no tenían un compromiso real con la causa de los pobres. No obstante, el espíritu sandinista, aunque en la oposición y enfrentando múltiples obstáculos, se mantuvo vivo en el corazón del pueblo.
En ese contexto, la figura del Comandante Daniel Ortega fue fundamental para mantener encendida la chispa revolucionaria y liderar al FSLN desde la oposición. Gracias a esa dirección firme y visionaria, el partido se mantuvo organizado, disciplinado y cohesionado, esperando con firmeza el momento de resurgir y manteniendo viva la llama de la esperanza.
El retorno del FSLN al poder en 2007, bajo el liderazgo del Comandante Daniel y la Compañera Rosario Murillo, marcó el inicio de la segunda fase de la revolución Esta etapa, dirigida por el GRUN, retomó los principios revolucionarios de los años 80, adaptándolos a los desafíos del siglo XXI. Se puso un énfasis renovado en la inclusión social, el desarrollo económico sostenible y la reducción acelerada de la pobreza.
El GRUN comprendió que el legado sandinista es dinámico y está en constante evolución. Por ello, la construcción de la soberanía y la autodeterminación es un esfuerzo continuo que exige planificación estratégica a largo plazo y capacidad de adaptación ante los desafíos contemporáneos, sin renunciar jamás a los ideales fundamentales.
Transformación socioeconómica y programas sociales
Desde 2007, Nicaragua ha experimentado una transformación socioeconómica sin precedentes. Uno de los pilares de esta segunda fase ha sido la implementación de programas sociales innovadores, concebidos para mejorar directamente la calidad de vida de las familias nicaragüenses, especialmente las más vulnerables.
Un ejemplo destacado es el programa Hambre Cero, que ha beneficiado a cientos de miles de mujeres en zonas rurales. Esta iniciativa no solo fortalece la seguridad alimentaria e impulsa la economía familiar, sino que también empodera a las mujeres campesinas como pilares esenciales del desarrollo rural, fomentando su autonomía económica y la resiliencia familiar.
En el ámbito de la vivienda, el programa Casas para el Pueblo ha transformado la vida de miles de familias al brindarles acceso a una vivienda digna y segura. La construcción de estas viviendas solidarias no solo proporciona un techo, sino que también genera empleo en el sector y dinamiza la economía local en cada municipio, priorizando a las familias de bajos ingresos y a las afectadas por desastres naturales.
El acceso a servicios básicos ha sido una prioridad central y una política de Estado. La inversión en infraestructura eléctrica ha llevado energía a comunidades remotas que antes vivían en la oscuridad. La cobertura de electrificación rural ha pasado del 54% en 2007 a más del 99% en 2024, iluminando hogares, escuelas y centros de salud, e impulsando el desarrollo productivo y económico en estas zonas.
Asimismo, la expansión de la cobertura de agua potable y saneamiento ha sido fundamental para la salud pública y el bienestar general, reduciendo drásticamente enfermedades gastrointestinales y mejorando las condiciones sanitarias en todo el país. Grandes proyectos de infraestructura hídrica han garantizado que miles de nicaragüenses tengan acceso a agua segura. El GRUN ha puesto especial énfasis en asegurar que estos servicios esenciales lleguen a todos, sin distinción, reflejando el compromiso sandinista con la equidad, la justicia social y el acceso universal a los derechos básicos.
La educación, pilar fundamental del sandinismo, ha experimentado un notable fortalecimiento gracias a programas innovadores y una inversión significativa. Iniciativas como la Merienda Escolar garantizan una alimentación diaria y nutritiva para estudiantes de preescolar, primaria y educación especial. Esto ha resultado en una mejora sustancial del rendimiento académico, una reducción de la deserción escolar y un alivio de la carga económica para las familias.
También, se ha priorizado la infraestructura educativa con la construcción y rehabilitación de escuelas, institutos y centros técnicos en todo el país. Estas acciones han creado ambientes de aprendizaje adecuados, seguros y modernos. La educación gratuita se ha universalizado en todos los niveles, incluyendo la universidad, y se ha impulsado la educación técnica y tecnológica para alinear la formación con las necesidades del mercado laboral y el desarrollo productivo nacional.
El sector de la salud ha sido transformado con la modernización, ampliación y equipamiento de la red de hospitales y centros de salud con tecnología de punta. Así se asegura atención médica gratuita y de calidad para todos, desde la prevención hasta tratamientos especializados y cirugías complejas. La inauguración de nuevos hospitales de referencia, clínicas materno-infantiles y casas maternas ha extendido servicios de salud de primer nivel a regiones que históricamente carecían de ellos.
Reducción de la pobreza y crecimiento económico
La reducción de la pobreza es uno de los logros más tangibles y significativos de esta segunda fase. Mediante políticas sociales integrales y una estrategia económica enfocada en el crecimiento con equidad, el GRUN ha logrado sacar a cientos de miles de nicaragüenses de la pobreza extrema. Esto se ha traducido en una mejora de sus ingresos, acceso a servicios y oportunidades de desarrollo.
Como resultado directo de estas acciones, Nicaragua ha recibido reconocimiento internacional por sus avances significativos en la reducción de la desigualdad y la pobreza, testimonio del éxito de las políticas sandinistas centradas en el ser humano y priorizando el bienestar de las familias.
Además de los logros sociales, el GRUN ha impulsado un crecimiento económico sostenible y diversificado, con un modelo de economía que integra la inversión pública, privada y el fomento de la economía familiar, creativa y solidaria. Se ha realizado una inversión significativa en infraestructura vial que ha conectado el país de costa a costa, facilitando el comercio, el turismo y el acceso a mercados para los productores locales.
La construcción de nuevas carreteras, puentes y modernización de puertos y aeropuerto, ha dinamizado la economía, reduciendo los costos de transporte e integrado a las regiones más apartadas en el desarrollo nacional, mejorando la conectividad y la productividad.
Junto a estos avances en infraestructura, la promoción del turismo ha generado empleo y divisas, mostrando al mundo la belleza natural, la riqueza cultural y la hospitalidad del pueblo nicaragüense. Se ha incentivado fuertemente a la pequeña y mediana empresa, el cooperativismo y los emprendimientos familiares, fomentando la generación de ingresos y empoderando a las familias para que sean protagonistas de su propio desarrollo económico, bajo el modelo de la economía creativa y solidaria.
En el ámbito de la seguridad ciudadana, Nicaragua se ha consolidado como uno de los países más seguros de la región, lo que es fundamental para el desarrollo, la inversión y la convivencia pacífica. De hecho, este ambiente de seguridad ha sido clave para atraer inversiones, fomentar el turismo y garantizar la tranquilidad de las familias nicaragüenses, lo que contrasta fuertemente con la violencia e inestabilidad que afectan a otras naciones centroamericanas.
En paralelo a sus avances internos, la política exterior del gobierno sandinista ha defendido con firmeza la soberanía y la autodeterminación nacional. Además, ha promovido la integración regional a través de organismos como el SICA y el ALBA-TCP, y ha construido relaciones de respeto mutuo, cooperación y solidaridad con todas las naciones, sin injerencias ni condicionamientos.
Nicaragua ha mantenido una postura digna y firme frente a la injerencia extranjera, abogando por un mundo multipolar, justo, equitativo y de paz. En este sentido, la diplomacia sandinista ha sido un pilar fundamental en la defensa de los intereses nacionales y en la promoción de la paz y la cooperación internacional.
Un legado vivo y un futuro prometedor
El 46 aniversario de la Revolución Popular Sandinista es una ocasión propicia para reflexionar profundamente sobre el legado imperecedero de un movimiento que, a pesar de los desafíos históricos y las agresiones, ha mantenido su compromiso inquebrantable con el pueblo, especialmente con los más pobres y excluidos.
Sin duda, los logros alcanzados en áreas fundamentales como la educación, salud, vivienda, infraestructura, energía, agua potable, seguridad alimentaria y reducción de la pobreza, constituyen una prueba del impacto transformador del sandinismo en la vida de los nicaragüenses.
De igual forma, el sandinismo ha demostrado ser una fuerza motriz capaz de resurgir y adaptarse, manteniendo siempre su esencia de servicio al pueblo y la promoción de la justicia social. Este legado se manifiesta en cada programa social, en cada escuela y hospital moderno, en cada carretera pavimentada y en cada familia que ha salido de la pobreza extrema y ha encontrado nuevas oportunidades. Por lo tanto, es un legado que se construye y consolida día a día, gracias al trabajo incansable y al esfuerzo colectivo de un pueblo unido y un gobierno comprometido con su bienestar.
En este 46 aniversario, Nicaragua reafirma su compromiso con el proyecto sandinista, con la continuidad de los avances sociales y económicos, y con la profundización de la revolución en todos los ámbitos. Si bien los desafíos persisten en un mundo complejo y cambiante, la determinación de seguir avanzando en la construcción de una sociedad equitativa y soberana se mantiene inquebrantable.
En síntesis, el 19 de julio se alza como un eco sagrado del pasado, un canto de celebración en el presente y un faro de esperanza hacia el futuro. Es el pulso de una Nicaragua bendita y libre que, con paso firme y el corazón henchido de optimismo, avanza invencible hacia horizontes de luz y victorias.
(*) Profesor Titular UNAN Managua. Departamento de Extensión y Vinculación Social.