Wilfredo Navarro Moreira (*)
Este 4 de octubre se cumplieron 113 años de la muerte del General Benjamín Francisco Zeledón Rodríguez. Fecha en la que se juntan el alfa y omega, el principio y el fin físico en la vida de este Héroe Nacional que nació y murió un 4 de octubre. Su heroísmo y muerte fueron la semilla nacionalista que germinó en otro Héroe Nacional, el General Augusto C. Sandino, quien el 4 de octubre de 1929 en Mérida, Yucatán, México, escribió una carta donde narraba la muerte de Zeledón y sus consideraciones sobre el Héroe al que llama “Apóstol de la Libertad”. Decía Sandino en su carta:
“El 4 de octubre de madrugada, yendo yo camino de una de las haciendas de mi padre, escuché descargas de fusilería y ráfagas de ametralladoras en las hondonadas del cerro de Pacaya. Se oía después arreciar el formidable combate entablado entre dos mil marines norteamericanos, unidos a quince mil vende-patria nicaragüenses, contra quinientos hombres del General Zeledón, que se defendía heroicamente contra aquella oprobiosa avalancha humana. Los autonomistas nicaragüenses, con el prolongado sitio sufrido en aquella ciudad, tuvieron que comerse hasta sus cabalgaduras”.
“Nuestro corazón joven y patriota experimentaba desesperante inquietud, pero nada pudimos hacer en bien de la noble y grandiosa causa sostenida por el General Benjamín Zeledón; a las cinco de la tarde de ese mismo día, aquel apóstol de la libertad había muerto y en una carreta tirada por bueyes fue conducido su cadáver al pueblo de Catarina, convecino del mío, en donde hasta por hoy, bajo una lápida lamosa y semi-destruida por la intemperie del tiempo se encuentran los restos de nuestro máximo héroe y gran patriota General Benjamín Zeledón”.
Sandino en su carta lo define: “Benjamín Zeledón, gran patriota, soldado valiente, su heroico sacrificio en aras de nuestra soberanía nacional no será olvidado. Su recuerdo vive en el corazón de todo buen hijo de Nicaragua”. Es un símbolo y legado de lucha contra la intervención extranjera y de defensa de la soberanía nacional.

Benjamín Zeledón nació un cuatro de octubre de 1879, en La Concordia, Jinotega y fueron sus padres Marcelo Zeledón Ugarte y doña María Salomé Rodríguez. Muy joven inició sus estudios en la escuela del pueblo bajo la dirección del maestro Inocencio Aráuz. A la edad de dieciséis años, sus padres lo enviaron a Tegucigalpa, en donde cursó estudios de segunda enseñanza en el Colegio “El Espíritu del Siglo”, dirigido por el doctor y general Rafael Dávila, de quien recibió no sólo cultura, sino refinamiento del sentimiento patriótico que alentaba su espíritu y vocación nacionalista.
Como militar, Zeledón inició sus primeros pasos en la guerra cuando se dio la llamada “Revolución del Lago” contra el General José Santos Zelaya, promovida por Emiliano Chamorro. Fue nombrado Coronel del Ejército nicaragüense en la guerra contra Honduras y El Salvador por su destacada actuación durante la batalla de Namasigüe en 1907, donde el Ejército Nacional de Nicaragua derrotó a los ejércitos conjuntos de ambos países.
Murió con una sonrisa en los labios
Luego fue Ministro Plenipotenciario y Extraordinario en Guatemala y en la administración del Dr. José Madriz, después de la caída de Zelaya, tuvo el cargo de Ministro de Guerra. Después de la batalla de Tisma, el 22 de febrero de 1910, fue ascendido al grado de General por el presidente Madriz. Ahí derrotó al caudillo conservador, Emiliano Chamorro, quien tuvo que vestirse de mujer para huir, pero fue capturado. Zeledón se negó a fusilarlo, alegando que no fusilaba mujeres, un agravio que Chamorro jamás olvidaría y que se vengaría ordenando su muerte.
Fue asesinado en la finca El Trapichito, también conocida como San Antonio, que era propiedad de Jesús Rivas, ubicada en la comarca El Arroyo, jurisdicción de Diriá, departamento de Granada, cuando iba de retirada hacia Jinotepe. Se encontró con fuerzas conservadoras y uno de los miembros de la patrulla, Ulpiano Gallegos, que lo conocía, le apuntó, matándolo.
Lo llevaron en carreta a Niquinohomo, cuyo alcalde se negó a enterrarlo en el cementerio, yendo a Catarina acompañado por gente del lugar y mujeres piadosas lo envolvieron en sábanas, llorando y rezando. Tampoco el alcalde permitió que lo enterraran en el cementerio.
Como el cadáver se estaba descomponiendo, lo enterraron a la entrada del cementerio de Catarina, al lado izquierdo. El liberalismo, posteriormente, le erigió un monumento en el lugar y cada 4 de octubre se le rinde merecido tributo. Don Lisandro Zambrana, testigo de los hechos y de la llegada de la carreta a Catarina, narra que el General Zeledón tenía una sonrisa en los labios, parecía que se burlaba de la muerte.
Un poca de historia: Ante la Nota Knox, y el chantaje de Estados Unidos, el presidente José Santos Zelaya dejó el poder en manos del doctor José Madriz, quien presionado por el mismo gobierno norteamericano dejó la Presidencia de Nicaragua.
Al asumir la Presidencia Provisional el general Juan José Estrada, quien había traicionado al presidente Zelaya, a Zeledón lo expulsaron de Nicaragua mediante un Decreto firmado el 16 de noviembre de 1910, en unión de otros ilustres nicaragüenses como José Dolores Gámez, Manuel Maldonado, Santiago Argüello y Leonardo Argüello. Ellos lo acompañaron al exilio en México, en donde fundaron un periódico de oposición al gobierno de Nicaragua en esa época.
Unión ante el peligro común
Zeledón retornó al país el 29 de julio de 1912, para participar con el ejército aliado (liberales y conservadores) en la llamada “Guerra de Mena” del general Luis Mena contra Adolfo Díaz, del que era su Ministro de Guerra. Benjamín Zeledón fue nombrado Comandante en Jefe del ejército revolucionario que fue llamado Ejército Aliado, teniendo como divisa dos cintas: una roja y otra verde, de igual anchura y longitud, unidas por los extremos, significando -según Zeledón- “la unión de los nicaragüenses de buena fe ante el peligro común”.
Una vez conformado el ejército aliado, el 1º de agosto, tuvieron algunos éxitos iniciales. El 2 de agosto de 1912 se enfrentaron al ejército conservador bajo el mando del general Frutos Bolaños Chamorro y los derrotaron nuevamente en Tisma, procediendo a ocupar la población de Tipitapa, donde estableció el ejército aliado su cuartel general.
Zeledón, al mando de sus tropas, salió de Tipitapa el 10 de agosto y se dirigió a Managua. El ataque a Managua inició dos días después, y los combates continuaron el 13 y 14 de agosto. Por la noche del 14, el General Zeledón tuvo que replegarse y fortalecerse en Masaya, ante una lucha desigual porque se juntaron las tropas del Ejército de Adolfo Díaz y los marines yanquis, para acallar su lucha libertaria.
En Masaya y en los cerros “La Barranca” y “El Coyotepe”, planteó batalla con no más de 500 combatientes a un ejército conservador de casi 2,000 soldados y a 1,500 marines yanquis. Masaya fue sitiada por más de un mes y el desenlace se produjo el 4 de octubre, cuando fue tomada la ciudad por los yanquis y conservadores. Zeledón murió en la comarca “El Arroyo”, en Diriá, cuando iba buscando cómo unirse con los liberales de Jinotepe.
El contralmirante William Southerland, comandante de la ocupación, junto al Ministro norteamericano, que tenía el control militar y político en Nicaragua, informó el 4 de octubre al Departamento Naval de Estados Unidos:
“La Barranca y segunda colina fueron tomadas por marines y chaquetas azules al amanecer de esta mañana después de un valiente asalto… Más tarde Masaya fue tomada por las fuerzas gubernamentales, y el ferrocarril entre Managua y Granada ahora es de 1,200 hombres en León compuesta por el primer y segundo batallón de marines y las compañías de chaquetas azules de California y Colorado…”.
El periódico The New York Times publicó el lunes 6 de octubre de 1912: “Los rebeldes aplastados, nuestros marines mueren. Los revolucionarios nicaragüenses son expulsados de Masaya en una costosa batalla: cuatro estadounidenses asesinados. Zeledón entre los muertos. Almirante Southerland enviará 1,200 hombres para reforzar León”.
Gesta trascendió el color político partidario
Un ejemplo de su temple y valentía, aconteció el 16 de septiembre de 1912. Después de realizar las tropas conservadoras un ataque general a Masaya, que fue rechazado, se envió a un oficial norteamericano a hablar con Zeledón. Ya se habían recibido notas insolentes que fueron contestadas con energía, dignidad y patriotismo. El oficial notificó que el ejército nicaragüense debía desocupar Masaya y si no cumplían esas órdenes, el ejército de Estados Unidos los expulsaría a la fuerza. Zeledón contestó con hidalguía. No admitía imposiciones ni injerencias extranjeras.
Los Blue Jackets en ese tiempo eran las fuerzas élites, los comandos especiales del ejército de los Estados Unidos. Zeledón lo quedó viendo y le respondió reposadamente: “Diga a su Mayor que los que defendemos Masaya, ya no sabemos ni de qué color son nuestras chaquetas. Y que lucharemos hasta morir”.
Benjamín Zeledón, por su gesta patriótica anti intervencionista, por su valor y arrojo, ha trascendido el color político partidario y ahora es un símbolo de la lucha nacionalista y anti-imperialista de nuestro país. Su gesta se engrandece a raíz de la segunda intervención norteamericana en Nicaragua en 1912.

Se dest acó siem p re p or su nacionalismo, heroísmo y, sobre todo, por su lucha anti intervencionista. Le ofrecieron la rendición y no la aceptó, murió disparando hasta el último cartucho, a la edad de treinta y tres años, una edad simbólica, el día de su nacimiento. Pedro Rafael Gutiérrez (periodista e historiador) escribió: “El General Zeledón no es un mártir de última hora, sino un héroe de tiempo completo”. Y es que Zeledón siempre mantuvo durante su vida, una postura bien definida en cuanto a su visión de patriota, en defensa de la soberanía y nacionalidad.
Tuvo una vida bien corta: 33 años, pero cumplió con la dimensión que se le asigna a los héroes que mueren jóvenes. Zeledón es el hombre que tomó en su corazón la bandera de Nicaragua, la puso en alto y no se rindió, sino hasta su muerte. Sucumbió a una edad en que muchos nicaragüenses, aún no han comenzado a amar a Nicaragua, porque no han sentido el calor del patriotismo, ni aprendido los principios de justicia, libertad y democracia. Él dijo, cuando le pidieron la rendición incondicional: “Yo haré con nuestras fuerzas la resistencia que exige la dignidad nacional”.
Para reconocer la dimensión de Zeledón, sólo basta decir que en el U. S. Marine Corps Historical Center (Centro Histórico del Cuerpo de Marina de Estados Unidos) en Washington, conservan como trofeo documentos, armas del Ejército de Zeledón, considerando una proeza la toma de sus posiciones en El Coyotepe y La Barranca en Masaya.
Además, el comandante general George Barnett USMC, solicitó la concesión de la Medalla por Servicios Distinguidos al Secretario de Marina de Estados Unidos, para el general de Brigada Joseph Pendleton, al mayor Smeadley D. Butler, al capitán Harry Lee y los tenientes Alexander A. Vandegrift y Roy Geiger, por el desempeño en la campaña de Nicaragua, en especial sus acciones en El Coyotepe y la Barranca.
Merece reconocimiento eterno
Es de destacar también que en el informe sobre el combate del Coyotepe, reafirmaba: “La bandera estadounidense ahora ondea en El Coyotepe y Barranca. Tomamos Coyotepe y luego también expulsamos a los rebeldes de La Barranca. Solo las tropas estadounidenses asaltaron El Coyotepe”. Ese era el mensaje de victoria de Pendleton.

De Zeledón, bastan sus cartas de protesta a los jefes de las fuerzas interventoras, para inmortalizarlo. Su proclama al marchar hacia Managua. Su carta última a su esposa Esther. Su posición de firmeza ante su suegro que le pide se rinda en El Coyotepe por sus hijos. La batalla de Tisma. Su participación en Namasigüe defendiendo el territorio nacional y su heroico enfrentamiento en Masaya contra el mejor ejército del mundo.
Con uno de estos hechos basta para ubicarlo, con toda propiedad, en un lugar supremo en el altar de la patria y que merezca el reconocimiento eterno de todos los nicaragüenses, por sus definidos perfiles de héroe y mártir.
Sobre su muerte, Salvador Mendieta dice: “Que fue un asesinato canibalesco con escenas de brutalidad desarrolladas ante su cadáver y en su fosa”. Gregorio Selser explica: “Que fue montado de través sobre un caballo, para escarmiento de quienes osaran imitar su rebeldía”. Emiliano Chamorro, en su autobiografía, trata de esconder la orden que dio para matarlo y dice: “Fue una sorpresa que, en una pequeña escaramuza, sin importancia, hubiera perdido la vida el General Zeledón”; pretendiendo hacer creer que nunca supo nada sobre su muerte.
Pero investigando sobre los hechos, se ha comprobado que el coronel Smedley Butler informó al contralmirante W. H. Southerland, jefe de las fuerzas interventoras, que Zeledón había sido capturado y sugería su muerte: “Personalmente yo sugeriría que, sin oponer ninguna acción por nuestra parte, a alguien se le permitiera ahorcarlo”. También se ha comprobado que, desde el 12 de septiembre, Emiliano Chamorro había ordenado la muerte del héroe, exonerando de responsabilidades a sus amos yanquis.
Su heroísmo y muerte lo catapultaron a la categoría de prohombre de la patria. Hay que decirlo en altas y claras voces y repetirlo: Benjamín Zeledón, como José Dolores Estrada Vado, como Andrés Castro, como el GeneralSandino han transcendido los colores políticos. Son héroes nacionales, que deben tener el reconocimiento de todos los nicaragüenses. El simbolismo de Zeledón y su gesta, su proyección anti imperialista deben ser ejemplo, para que nunca más nuestro suelo patrio sea hollado por la intervención extranjera.
El pensamiento y la lucha de Zeledón están escritos en el mármol de la inmortalidad. Es un referente para exaltar nuestro patriotismo. Debemos conocer el pensamiento de nuestros próceres, porque en ellos está la raíz para proyectar la Nicaragua del futuro en paz, progreso y libertad.
En su homenaje, la AN aprueba la Orden “Héroes de la Paz”
Benjamín Zeledón decía: “El pobre humillado, explotado y escarnecido, por una insolente oligarquía, tendrá alimento para sus bocas hambrientas y lienzos para cubrir sus ateridos cuerpos”. “El agricultor labrará la tierra prolífica, bien sabido de lo que produzca no le será confiscado”. “Los que saquearon el Tesoro Nacional devolverán lo que ilegítimamente se apropiaron, pues ese dinero pertenece al tesoro del pueblo, al pueblo, cuyas necesidades aliviaremos”.
“No más intervención en nuestros asuntos internos. Las aduanas serán administradas por manos nicaragüenses por manos centroamericanas. Nuestros ferrocarriles regalados por un gobierno malvado, volverán a nuestro poder porque cada riel, cada durmiente, cada locomotora, representan una energía, una palpitación o un soberano anhelo de nuestros conciudadanos”.
“Yo y los patriotas que me siguen de corazón, no entendemos de pactos y menos aún de rendiciones, puesto que defendemos la dignidad y la soberanía de Nicaragua”.
La Asamblea Nacional este año, en homenaje a Zeledón “Apóstol de la Libertad” y permanente luchador por la soberanía y la paz, aprobó por unanimidad la Orden “Héroes de la Paz”, que será entregada como un justo y merecido reconocimiento a los nicaragüenses y ciudadanos de otros países que contribuyeron a la paz y la seguridad ciudadana de Nicaragua y la voluntad de vivir en una patria libre, soberana, de fe cristiana, de respeto y bien común.
Conozcamos la historia de vida de Benjamín Zeledón: Su lucha, su pensamiento, su voluntad de sacrificio por la patria. Su heroísmo y valor. Pero, más que otra cosa, continuemos sus pasos. Que su lucha por la paz nos guíe y sea el faro que alumbre nuestro camino para construir una Nicaragua en paz y libertad, pero sobretodo con dignidad y soberanía.
¡Siempre más allá!
(*) Abogado y notario, diputado sandinista).