
Edgar Palazio Galo
Este 13 de julio de 2025, se cumplieron siete años de una fecha que llevamos grabada en el corazón y en la historia de nuestra patria: la liberación de la UNAN-Managua, el recinto Rubén Darío. Hace siete años, nuestro pueblo valiente y digno dijo ¡BASTA! a la barbarie, al terrorismo, a la injerencia que pretendía arrebatarle el futuro a nuestra juventud, a nuestra Nicaragua.
Jamás olvidaremos esos días oscuros de 2018. Días en los que la paz que tanto nos ha costado construir con sangre y sudor, la paz que la Revolución nos ha garantizado, fue vilmente secuestrada por aquellos que se hicieron llamar “estudiantes”, pero que en realidad eran marionetas del imperio y de la oligarquía vende patria, terroristas disfrazados de corderos que sembraron el caos, el dolor y la muerte en nuestro país.
Tomaron nuestras universidades, nuestros centros de estudio, esos templos del saber y del progreso que el gobierno sandinista ha apoyado con tanto esfuerzo para la educación de la juventud nicaragüense. Los convirtieron en trincheras de odio, en centros de tortura, en arsenales para sus planes macabros. Los trabajadores universitarios fueron amedrentados y despojados de sus lugares de trabajo y la comunidad estudiantil fue obligada a abandonar sus estudios por los golpistas criminales.
El 13 de julio de 2018 la voz de un pueblo unido, consciente, organizado, se levantó para defender la soberanía, la dignidad de Nicaragua. Fue la fuerza de la Revolución en acción, devolviendo la paz y la tranquilidad a nuestra juventud, a nuestra nación.
Nuestros policías, valientes y comprometidos con la seguridad de la nación, junto a los compañeros de la Juventud Sandinista y los militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional, el pueblo mismo, se unieron en una sola voz, en un solo puño, para expulsar a esos terroristas que tenían secuestrado el recinto universitario Rubén Darío. Fue un acto de recuperación de la paz, de restauración del orden y la justicia. Fue la demostración de que, con la Revolución Sandinista, ¡nadie juega!
Han pasado siete años, y la UNAN-Managua, como todas nuestras universidades, sigue siendo un faro de conocimiento, un espacio de libertad, de estudio, de compromiso con el pueblo. Hemos reconstruido lo que ellos destruyeron. Los edificios incendiados se levantaron de sus cenizas, las aulas vandalizadas volvieron a llenarse de sueños y esperanzas.
Hemos fortalecido nuestra educación, ampliando la oferta académica y garantizando el acceso universal a la educación superior para todos los jóvenes, sin distinción. Hemos ratificado nuestro compromiso con una Nicaragua en paz, próspera y soberana.
La memoria de ese día es un recordatorio constante de que la paz no es un regalo, es una conquista diaria. Es la máxima expresión del amor del pueblo por su patria. Que la soberanía se defiende con valentía y con la unidad del pueblo. Y que la Revolución Sandinista, liderada por el Comandante Daniel y la Compañera Rosario, es la garantía de que esos días oscuros no regresarán. Nuestra historia es una muestra de resistencia y victoria frente a los que pretenden arrodillarnos.
Hoy, levantamos nuestras banderas rojinegras con más orgullo que nunca. Honramos a nuestros héroes y mártires, a quienes cayeron defendiendo la patria, la paz, la Revolución. Y le decimos al mundo, y a esos que todavía sueñan con desestabilizar Nicaragua, que aquí hay un pueblo digno, un pueblo sandinista, que está dispuesto a darlo todo por defender su libertad, su soberanía y su Revolución.
¡Que viva el 13 de julio! ¡Que viva la UNAN-Managua Libre! ¡Que viva Nicaragua Libre, Bendita y Siempre Soberana!