La muerte de un hijo es un dolor más fuerte que un parto

Amada Pineda
  • Violada por una patrulla de guardias somocistas hace 44 años
  • Bajó de la montaña a denunciar a Somoza y su guardia
  • Dos hijos muertos en la lucha, el mayor en 1979 y el segundo en 2018
  • Hay Frente Sandinista para rato porque… el comandante Daniel se queda

Amada Pineda no tuvo tiempo para llorar ni lanzar un grito cuando le dieron la infausta noticia del asesinato de su hijo Francisco Ramón, balaceado y quemado con gasolina en una calle de Managua por sicarios pagados por la derecha golpista que danzaron en torno a su cuerpo en un macabro ritual diabólico, tenebroso, de sangre y muerte.

David Gutiérrez López

El dolor descrito por Amada como más terrible que el de un parto, la atrapó y sumió en un silencio. No hubo sollozos, no hubo gritos.

Se le formó un torozón en la garganta que le impedía hablar y respirar a esta mujer campesina de tez blanca, que en mayo de 1974 (44 años atrás) bajó de las montañas de Matagalpa, propiamente de El Carrizal, comarca cercana a Rancho Grande, para denunciar valientemente ante la sociedad con su frente en alto la violación masiva que sufrió por soldados de una patrulla de la Guardia Nacional (G.N.), de la dictadura de Somoza.

“Es un dolor horrible, espantoso… (la muerte de un hijo) que se siente, que no se olvida, que parte el alma”, enfatiza con aplomo y el mismo temple y coraje con el que enfrentó a la guardia somocista, cuya denuncia logró calar en la conciencia de muchachos, hombres, mujeres y todavía niños que escuchaban de boca en boca de la gente en las calles y mercados aquella desgarradora historia de los guardias violando repetidamente hasta el agotamiento a la campesina del Carrizal.

Fueron diez días y noches de repetidas violaciones y aberraciones acompañadas de golpes y torturas. Jamás lograron sacarle palabras de su boca. Amada fue capturada y conducida a una hacienda propiedad de un colaborador de la (G.N.). Buscaban a su esposo Bernardo Arauz, dirigente sindical campesino afiliado al entonces Partido Socialista.

Posteriormente se convirtió junto a su esposo en colaboradora de la guerrilla sandinista, y por su humilde rancho pasaron el comandante Carlos Fonseca y Pablo Úbeda, entre muchos a los que ofreció alojamiento y algún plato de comida en esos días aciagos de persecución y peligro.

El video del terror

No se ha atrevido a ver el video de la macabra quema del cadáver de su hijo Francisco Ramón, nacido en Yaosca hace 55 años y asesinado cuando, junto con varios trabajadores de la Alcaldía de Managua, se disponía la mañana del 16 de junio del presente año a quitar obstáculos de un tranque en una de las calles de la entrada a la Colonia 9 de junio en el Distrito 7 de la capital. Junto a Francisco fue asesinado también Antonio Fernández, a este último no lograron quemar su cuerpo.

Al primero de los hijos de Amada, Armengol Arauz Pineda, de apenas 17 años, lo mató la guardia en 1979 en Matagalpa cuando luchaba al lado del Frente Sandinista en la insurrección que finalizó con el derrocamiento de la dictadura militar.

El fatídico día de la muerte del “Chele” Francisco, Amada se encontraba en sus habituales oficios caseros, vio entrar a
su hija Marbely con una leve sonrisa buscando un pantalón. No se atrevían a darle la dolorosa noticia. Hasta que al medio día no tuvieron alternativa que informársela. Ese fue el momento que no logró llorar ni emitir quejido alguno, solo sintió el dolor de madre.

Amada relata que días después de esos acontecimientos solamente alcanzó a ver en el video cuando uno de los asesinos le rociaba la gasolina y le ponían algo en su mano a manera de “trofeo”, que los asesinos diabólicos y enloquecidos por el odio gritaban ¡se lo ganó” se lo ganó el hijueputa! En tanto continuaban con la macabra danza y los gritos de euforia como poseídos por espíritus malignos.

Los mismos sicarios asesinos contratados por dinero por la derecha que intentaron dar un “golpe suave” al Gobierno
del comandante Daniel Ortega subieron los videos del terror que ahora sirven de prueba de su crueldad e indolencia ante el dolor humano y de las familias de los fallecidos.

Conmoción y repudio del pueblo

Había pasado 44 años desde que en el año 1974 Amada Pineda llegó hasta la redacción del Diario La Prensa, donde la atendió la actual vicepresidenta Rosario Murillo (entonces secretaria del director Pedro Joaquín Chamorro) a quien le contó su drama y trauma de la violación sufrida por la patrulla de guardias dirigida por el sargento José Soto. La población nicaragüense repudió y condenó ese abominable acto en contra de una humilde campesina, tras su publicación.

La denuncia valiente conmocionó a la sociedad y Anastasio Somoza, con el ostentoso grado de general de división, dueño y señor de la G.N., no tuvo otra alternativa que conformar una Corte Militar que hiciera el acto teatral de investigar la denuncia.

Amada recordó que para esa investigación viajaron en un helicóptero de la G.N. hasta el lugar donde estuvo recluida en la hacienda del somocista César Castro, en la zona conocida como el Bijao. A ella le acompañaba el abogado del entonces PLI doctor Rodolfo Robelo, quien ese día sufrió un ataque de abejas. En el sitio sólo había unos cuantos trabajadores quienes, al ser entrevistados y aterrorizados por los guardias, negaron haber visto y oído nada. El jefe investigador era en ese entonces el mayor G.N. Aquiles Aranda Escobar, quien llegó a ocupar hasta 1979 la jefatura de Relaciones Públicas de la guardia.

Casi se desmaya en Jinotega

Durante el viaje en el helicóptero de la desaparecida Fuerza Aérea Nicaragüense (FAN) llegaron al cuartel de la guardia en Jinotega para continuar con las investigaciones sobre la denuncia. En ese lugar asistieron algunos familiares de Amada, pero la tensión y la presión era tan pesada que a ella le provocó una especie de desmayo. Los guardias al verla corrieron en su auxilio, pero cuando intentaban aplicarle una inyección, ella se sobrepuso y rechazó la atención médica pensando que podía ser la posibilidad perfecta para aplicarle una dosis de algún líquido mortal que le provocara la muerte.

Los días transcurrieron y la investigación sobre la denuncia se fue aminorando; en tanto, los abogados de la G.N. en un descarado cinismo introdujeron en los juzgados una acusación en contra de Amada y el director del diario por “injurias y calumnias”, alegando que la denunciante era una “cualquiera” o mujer dedicada a la prostitución y que todo se trataba de un ardid para desprestigiar el “honor” de la Guardia Nacional y del gobierno del entonces dictador Anastasio Somoza Debayle, derrocado el 19 de julio de 1979 por la guerrilla del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Al cumplir los 44 años de esa amarga experiencia, Amada Pineda, ahora con 75 años de edad viviendo en paz, tranquilidad y seguridad, nunca imaginó que experimentaría ese dolor tan grave al perder un hijo asesinado y quemado con gasolina, no comparado con el suplicio que tuvo que soportar con crueles torturas seguidas de violaciones.

En la plaza el 19 de julio en el 39 aniversario de la Revolución

Había transcurrido un mes y tres días del atroz asesinato de su hijo cuando Amada y familia se disponían con la firmeza y voluntad sandinista asistir a la plaza a celebrar el 39 aniversario del Triunfo de la Revolución. Viajaban por la carretera cuando una inesperada llamada de la Secretaría del Frente Sandinista le informaba que el presidente comandante Daniel Ortega le expresaba su deseo que le acompañara en el acto central esa tarde.

Ella respondió que ya viajaba hacia Managua en una caravana sandinista. Al otro lado del auricular le dijeron, “mejor regrésate a tu casa que el comandante te va a mandar a traer”. Salieron de la caravana y retornaron al punto indicado y al rato estaban llegando a recogerla para llevarla y sentarla al lado del presidio donde estaban los cancilleres de Cuba y Venezuela.

¿Quién será esa señora?

Cuándo Amada subió a la tarima principal, acompañada de Daniel y Rosario, la multitud de sandinistas comenzaron a preguntarse. ¿Quién es esa señora? Mientras especulaban: ¿Será la mamá o la tía de quién? Nadie logró atinar. Nadie se lo imaginaba, ni siquiera la propia Amada Pineda que apenas horas antes le informaron que el comandante Daniel deseaba que ella estuviera en la tarima principal.

Y las dudas se aclararon cuando se anunció la presencia de la compañera Amada Pineda de Arauz, madre del mártir sandinista Francisco, del muchachito que participó en la insurrección de los niños en Matagalpa en 1978, del militante sandinista asesinado cuando despejaba tranques en las calles de Managua y su cuerpo fue quemado por los vándalos.

Entonces Daniel anunció e impuso la Orden Augusto C. Sandino en el pecho a la legendaria luchadora. La multitud de sandinistas en la plaza aplaudió con las manos y el corazón a la mujer valiente que antes que pedir venganza pidió justicia por el asesinato de su amado hijo.

“Yo no quiero la muerte para los asesinos de mi hijo porque ellos tienen madre, hermanos, hijos, familias que sienten dolor, pero si pido justicia y castigo” atina a decir con firmeza Amada.

La muerte del sargento Soto y el fin del juicio

El sargento José Soto, señalado de dirigir la patrulla criminal que asesinaba y violaba campesinas en las montañas de Matagalpa, falleció meses después sin pena ni gloria en un accidente automotor en el sector del Tuma. Con su muerte también murió la investigación y la corte militar que había montado el somocismo.

Desde esa época Amada se quedó a vivir semiclandestina en Managua en casas de colaboradores y posteriormente
logró salir en 1975 hacía Moscú, en la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), donde fue internada en una clínica de especialidades para ser atendida por sus traumas.

Antes de viajar fue atendida en Managua en la clínica Pavlovsky, donde fue valorada por el médico Julio Briceño,
graduado en la Universidad Amistad de los Pueblos, Patricio Lumumba de Moscú.

Posteriormente estuvo un tiempo en Cuba y en 1977 ingresó a Nicaragua, siendo detenida en la frontera de Peñas Blancas donde afirma que la trataron amablemente y la dejaron dormir en un pequeño hospedaje y al día siguiente enrumbó a Managua donde se estableció en una casa en las Américas.

Trabajó algún tiempo en la pizza Boom ubicada en Plaza España, lugar hasta donde un día de esos tiempos de tensión y lucha llegó con una tropa el “Chigüin, Anastasio Somoza Portocarrero, jefe de las fuerzas élites llamada Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería, mejor conocida por sus siglas como (EEBI). Ese día las compañeras de Amada creyendo que la podía reconocer, la escondieron en el local mientras el “Chigüín” devoraba las pizzas. “Hasta los platos se llevaron”, recuerda Pineda.

En la insurrección y el Repliegue

Amada y su esposo Bernardo Arauz (no confundir con Bernardino Díaz Ochoa) se vincularon a la tendencia insurreccional del FSLN y durante la insurrección de junio de 1979 les correspondió estar en el sector de Bello Horizonte cumpliendo y atendiendo tareas de apoyo a los combatientes sandinistas.

El 27 de junio del 79, cuando se ordenó el repliegue, Amada fue una de las casi 6 mil personas que emprendieron la marcha hacia Masaya padeciendo las dificultades y los ataques de la aviación somocista que causó muchos muertos. Ella logró alcanzar llegar hasta Masaya, donde la sorprendió el triunfo de la Revolución el 19 de julio de 1979.

Mis únicas familias son los sandinistas

Con cierto pesar Amada lamenta que la actual situación ha llevado a familias y amigos a dividirse y separarse por la confrontación creada y fomentada por el imperialismo norteamericano, utilizándose a muchos y antiguos compañeros que lucharon por la liberación de Nicaragua como Henry Ruiz, Hugo Torres, Mónica Baltodano, Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco, entre otros, a los que califica de “mal agradecidos” porque salieron del Frente Sandinista con las “manos llenas y llenos de ambición”.

Tras despedirnos con un efusivo y solidario abrazo me dijo: “Yo te digo: mi familia son los sandinistas y aquí hay Frente Sandinista para rato, porque el comandante Daniel se queda”.

El personaje

Amada Pineda Montenegro nació el 13 de septiembre de 1943 en la Tronca, comarca ubicada a 20 kilómetros de la Dalia, Matagalpa.

Sus padres fueron Eduardo Pineda y Anselma Montenegro Sáenz. Fue casada con Bernardo Arauz, dirigente sindicalista campesino.

En 1974 cobró notoriedad por su coraje y valentía al denunciar la tortura y violación durante 10 días de una patrulla de guardias nacionales somocistas, denuncia que caló en la conciencia del pueblo que condenó y repudió a la dictadura. Es madre de 9 hijos el primero Armengol muerto en 1979 y el segundo Francisco, asesinado y quemado en junio del 2018. Le sobreviven Augusto César, Leonardo, Marbely, Mario, Dora María y dos fallecidos a los 3 meses y 4 años de edad.

Es Orden Augusto C. Sandino, impuesta el 19 de julio del 2018 en el 39 Aniversario de la Revolución Popular Sandinista.

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